Subida al Vértice del Anayet (2.559 m) desde el Corral de las Mulas (1.620m) (Formigal). Distancia 16,60 km. Desnivel positivo 939 m. Duración total: 6 horas ida y vuelta con paradas.

Hola de nuevo amigos y seguidores de mi blog. Hoy voy a completar una parte del recorrido que me quedó pendiente cuando realicé en el verano del 2019 la subida a los Ibones del Anayet y que podéis ver también en este blog en la entrada : «Subida a los Ibones del Anayet desde el Corral de las Mulas».

Así que es innecesario volver a relatar esa primera parte del recorrido puesto que lo podéis seguir con todo lujo de detalles en el otro post. Ahora me limitaré a contaros la ruta que va desde los ibones hasta el Vértice del Anayet.

Esta ruta se encuentra ubicada en la comarca aragonesa del Alto Gállego

He decidido hacer esta cima próxima al pico Anayet porque siempre que he visto alguna foto me ha fascinado la panorámica que se tiene desde allí de los materiales permotriásicos que se encuentran en la espalda del pico Anayet y que presentan esos intensos tonos rojizos .

La cima del pico Anayet (2.574 m),no la voy ni a intentar porque es más técnica y yo soy más, en principio, de senderismo. Por lo que dicen los que han subido, hay un paso con cadenas algo expuesto en la vía general y una trepada de grado 2 en la vía más antigua, que hay que efectuar por una pequeña chimenea. También la bajada es comprometida por la pendiente y sobre todo por la posibilidad de resbalar si el terreno está mojado así que hay que ir con mucha precaución. Me contentaré con hacer el Vértice (2.559 m) que según cuentan, también tiene unas estupendas vistas del entorno, ya que está prácticamente a la misma altura que el pico, como efectivamente luego pude comprobar.

Salida desde el Corral de las Mulas (1.620 m)

Deciros primero que estamos a 10 de julio de 2021,seguimos en plena pandemia por la covid 19, y aunque ya se puede dejar de llevar la mascarilla en exteriores, hay que guardar la distancia de seguridad de metro y medio (dos brazos míos aproximadamente),cosa que he procurado dentro de lo posible hacer en esta excursión, no obstante y a pesar de que estoy ya vacunado con la segunda dosis de Pfizer, al surgir la nueva variante delta del virus, toda precaución es poca. No hay que bajar la guardia. Hoy me voy en solitario. Comenzamos.

Como os he dicho antes no me voy a entretener en contar esta parte del trayecto porque está en la otra entrada, pero únicamente deciros que hay gente que con llegar a la plana de los ibones ya les parece suficiente y que muchos llegan reventados, pues hay que salvar un desnivel positivo de 604 m, para los que no estén muy acostumbrados a caminar por el monte les supondrá, sobre todo la última parte, un esfuerzo físico considerable. Así que medid vuestras fuerzas. Esta vez comienzo a recorrer la pista que me llevará hasta la estación de esquí (2 km) a las 8,30 de la mañana, buena hora teniendo en cuenta que vengo en coche desde Zaragoza (159 km).

He hecho algunas fotos, claro está, pero como serán repetidas o muy parecidas a la anterior entrada, os dejo estas tres, porque mientras se camina por la pista, al menos se pueden admirar las montañas de alrededor y los animales que están en los prados. Os dejo con la mamá yegua y su potrillo y el que lleva en camino (no hay más que verle la tripa), la vaca sin cabeza (la giró tanto que da la impresión de que no tenga) y la vaca bebiendo, que hay que aplacar la sed ya de mañana.

Y cómo no, fotos de la cantidad de gente que iba caminando ya a estas horas por el Barranco de Culivillas, nunca había visto tantos en estos parajes.

También he visto alguna pequeña cascada resbalando entre la roca, la otra vez no estaba. Será porque ha llovido más por aquí en los últimos tiempos.

Llegada a los ibones (lagos del Anayet) (2.224 m)

Bueno pues ya estoy en la plana de los ibones (en aragonés se llama así a los lagos de origen glaciar). Lo más duro de todo el trayecto hasta éstos ha sido el último repecho de 100 m de desnivel y lo más aburrido, la pista de asfalto desde el coche a la estación de esquí.

Antes de llegar a verlos, el camino se ensancha cruzando una pradera alpina, pero al frente ya se puede observar mi objetivo, el Vértice Anayet, y a su izquierda, el antiguo volcán. Parece mucho más bajo el Vértice pero es un efecto óptico, en realidad sólo los separan 15 m de altura, no hay más que hacer la resta. Bajo estas líneas os pongo la foto con la altura de los picos. Así que subir al Vértice es casi lo mismo en altura que hacerlo al Anayet.

Sólo deciros que no sé si la gente tenía muchas ganas de salir o qué pero el parking del Corral de las Mulas estaba lleno y el trayecto por el barranco Culivillas hasta los ibones como ya os he contado parecía una procesión de Semana Santa por la cantidad de personas que había. Muchísimos vascos, todos me saludaban, con su típico «aupa» que significa más o menos hola. Si hacéis esta excursión madrugad bastante porque es un trayecto muy popular y enseguida se congestionan los caminos.

Pues bien. Al llegar a los ibones lo primero que hago es descansar del repecho final del barranco y comer. Me he traído esta vez la comida en dos raciones, me hice pasta, repartida en dos túper redondos de esos pequeños pero cómodos para llevar. Y agua en abundancia, dos botellas con forro térmico para que se conserve fresca, pues no hay en ningún sitio fuente o lugar donde reabastecerse.

Me siento en una roca plana y repongo fuerzas con el Anayet enorme a mi izquierda y el Midi D´Ossau y el lago Anayet al frente. Una vista de lujo. Cuando termino, es el momento de reiniciar la marcha hacia el Collado Rojo.

La senda hacia el Collado Rojo (2.400 m)

Hasta ahora he seguido el GR 11, sendero de gran recorrido, pero lo abandonaré. ¿Es complicado encontrar esta senda? No, para nada. Está muy marcada. Parte de una zona que está a la izquierda del ibón grande, que hay que bordear un poco, no mucho. Además seguro que veis gente por ella. Bajo estas líneas os pongo una foto que me hice con la senda detrás de mí a la izquierda y que marco con unas flechas amarillas, para que sepáis dónde comienza.

El camino va ganando altura, al principio muy lentamente, luego cada vez más. Voy caminando entre las praderas salpicadas con grandes rocas aquí y allá, siempre con el Vértice a la vista y la mole del Anayet a mi derecha. Es curioso y bonito el entorno con esas rocas rojizas.

Desde aquí con el zoom de la cámara puedo sacar el Vértice y la montaña que lo forma, toda roja, con los estratos sedimentarios del Pérmico y Triásico perfectamente alineados por capas y de un precioso color rojizo como se puede ver. Se le podría llamar el monte rojo tranquilamente.

Aquí todo es rojizo. Hasta el lecho de los torrentes es de color rojo. El paisaje es de postal. Toda esta zona es uno de los lugares más bonitos del Pirineo aragonés. Eso sí, no encontraréis ni un sólo árbol. Tened en cuenta que esto es alta montaña, estamos por encima de los 2.000 m.

A mi derecha puedo ver todavía el Midi D´Ossau y a sus pies la Canal Roya, pero pronto quedará oculto a la vista por el Anayet, magestuoso, al menos durante un rato.

Sigo progresando por la senda entre rocas rojas y grises y verdes prados. Alguna nube amanece sobre el horizonte pero nada que deba preocupar.

Ya puedo sacar fotos de la cima del Vértice con el zoom y ver a varias personas allá arriba. Hasta allí llegaré yo si las fuerzas me acompañan que espero que sí, y también espero que el tiempo acompañe igualmente.

Una parte del camino se vuelve prácticamente inexistente al tener que caminar sobre una ladera de lutita roja un tanto empinada, pero bien chula, con ese color tan intenso. Con los bastones os señalo por donde hay que ir progresando.

A medida que voy caminando veo unas rocas muy curiosas, es una especie de conglomerado volcánico. Guijarros unidos por una matriz muy resistente de color rojizo muy oscuro. Los conglomerados son rocas sedimentarias. Hay algunas de un gran tamaño. Cojo dos pedazos pequeños de recuerdo.

Al rato de caminar entre las rocas, la senda gira y ya se puede ver a lo lejos el Collado Rojo. Para llegar arriba, donde se puede apreciar una gran roca, hay que superar la pared rojiza que parece que la sostiene. Desde aquí ya se ve lo vertical que es. La subida será dura.

Lo que parece más o menos próximo, como ocurre siempre en la montaña, resulta luego lejano a medida que te vas acercando -paradoja- y te encuentras con que hay que recorrer un buen trecho para llegar hasta allí. Al cabo de una media hora, llego a la base del collado.

A primera vista hay bastante pendiente, y la senda va sorteando rocas rojas y subiendo en forma de zigzag por la montaña. Son 305 m de desnivel y 2 km de trepada. Yo he cogido fuerzas con lo que he comido en los ibones. Os aconsejo que antes de atacar el Collado Rojo, hagáis lo mismo o las fuerzas se os acabarán y es un buen repecho.

La senda es muy empinada, vas continuamente sorteando rocas, unas más grandes otras menores y en ascenso brusco. Este sendero no sube paulatinamente. Lo hace de golpe, por eso es importante ir mentalizados de que el esfuerzo será considerable. Un poco antes de llegar al final, como unos 200 m, aparecen las marcas del GR-11. Pero sólo en este trecho. Todo lo anterior no era senda catalogada.

Bajo estas líneas aparece una fila ingente de excursionistas subiendo por la pendiente. Si os fijáis bien se aprecia con detalle y además sirve para darle escala humana a la foto.

Voy subiendo y poco a poco la gran roca está más cerca. No estoy especialmente cansado. Se ve que la energía que he tomado en los ibones en forma de espaguetis me ha dado alas.

Otros van ya de bajada, seguramente tras subir el Anayet o el Vértice. Mucha gente bajaba cuando yo subía, lo que quiere decir que han tenido que madrugar bastante más que yo, o tal vez lo mismo, pero la diferencia está en que yo he tenido que venir en coche desde Zaragoza y la mayoría de ellos igual están de vacaciones por la zona.

Esta rampa engaña. En los metros finales hay que ir sorteando las rocas. Y a veces, en algún momento más comprometido, agarrarse a ellas. Paciencia, ya queda menos para llegar al collado. En el tramo final sí que se pueden ver las marcas blancas y rojas de la GR-11.

Y por fin ya he llegado arriba. Estoy a 2.400 m. Veo gente sentada, resoplando, después de haber «echado el pulmón». Y es que la subida no es «moco de pavo». Desde los ibones me ha costado una hora más o menos llegar. Aquí se bifurca el camino: a la izquierda, para ir al Vértice y a la derecha, para llegar al Pico Anayet. Uno está a 179 m más alto que el collado, y el otro a 141 m.

Desde aquí las vistas son impresionantes. Se pueden ver los llanos de los ibones, destacando el ibón grande. ¡Qué diferente y pequeño se ve ahora!. Lo que hace la altura en cuanto a la perspectiva de todo lo que observas.

Miro hacia abajo también y veo lo que he subido. Un pensamiento me pasa por la cabeza. Madre mía. Luego hay que descender. Lo veo muy empinado. En fin, ya veremos. Chino chano. En la foto que pongo bajo estas líneas se ve la senda que he seguido, que parte justo de la base del collado, como una fina línea amarronada.

Pues bien, ya estoy preparado para subir al Vértice. A mi derecha el camino que lleva al Anayet, y a mi izquierda el del Vértice. Veo gente que baja del Anayet.

Ascenso al Vértice Anayet (2.559 m)

Sin descansar, pues no lo necesito, salvo el tiempo para hacer unas cuantas fotos, comienzo el ascenso al Vértice. Al principio, no veo el monte, pero en cuanto supero una pequeña loma, aparece ante mis ojos. Me parece que no va a ser un paseo, pero tampoco nada que no se pueda superar tranquilamente, yo creo que lo podré subir sin contratiempos.

En la foto bajo estas líneas, en amarillo, os he marcado la ruta que voy a seguir. Hay cierta inclinación de la ladera hacia la derecha, pero bueno, pisando bien y con bastones, imagino que sin problema.

De repente se ha levantado algo de viento y en la cima me da la impresión de que hará aún más. Al poco rato la visión que estaba esperando: los dos viejos volcanes, el Midi D´Ossau y el Anayet, en el mismo plano fotográfico y, sobre todo, los materiales rojizos del permotriásico.

Se llaman así porque son formaciones sedimentarias depositadas entre el Pérmico y el Triásico tal y como os explicaba en la anterior entrada. Por si no la habéis leído, deciros únicamente que el Anayet es el resto de una chimenea de un volcán extinto que se originó en el Pérmico, el último periodo del Paleozoico más cercano a nosotros, y la andesita es la roca más abundante. Igual que su hermano próximo el Midi D´Ossau, ambos fueron dos volcanes que entraron en erupción a finales del plegamiento Herciniano, hace más de 200 millones de años. Siguen ahí, tan campantes, en resalte, porque sus materiales han ofrecido una gran resistencia a la erosión.

Sólo por esto ya ha merecido la pena el esfuerzo. Llevo el trípode que he ido acarreando desde el coche todo el camino, pero hace tanto aire que no me la juego. Si lo monto igual una racha me lo tira, cámara incluida, y tengo un disgusto. Así que como hay gente a quien recurrir, pido amablemente que me hagan alguna foto.

Las vistas desde aquí cada vez son más sorprendentes, pero ahora centro mi atención en enfocar con el zoom la famosa zona de las cadenas y los que van por ella. Os pongo algunas fotos para que os hagáis una idea de como es. Justo bajo estas líneas se puede ver junto a la zona roja, gente subiendo y la senda que zigzaguea. Al acabarse la zona rojiza, y a su derecha, hay una roca gris clara y una glera a la que le sigue otra roca en forma de placa, también grisácea. Ahí están las cadenas.

Pero mi objetivo me está esperando. Voy avanzando y de momento voy bien. Llevo los bastones. Muy recomendables, con su longitud máxima -se pueden regular- te ayudarán sobre todo a bajar, yo nunca salgo sin ellos. Y buen calzado de montaña, para que se agarren bien las suelas a la roca.

Las vistas siguen siendo fantásticas. A mi derecha se ven el Aspe y la Zapatilla y la estación de esquí de Candanchú, en la cabecera del Valle del Aragón.

Si miro hacia la zona de los ibones, veo el ibón grande abajo y al fondo el macizo del Balaitus y los Infiernos.

También la Canal Roya más abajo, pero lo más curioso, muy al fondo del horizonte, un monte gris, que parece una muela, a la derecha del todo de la foto, que yo diría que es el Castillo de Acher. Me puedo equivocar, pero yo creo que no. Yo lo he etiquetado así en la foto con el zoom. Si no es así, me lo decís. Me asombran también los estratos retorcidos en forma de rodilla que veo allá abajo.

Me asombra lo que puede llegar a retorcerse la montaña cuando las fuerzas geológicas actúan. A escala temporal humana no se aprecia, pero las montañas están «vivas», necesitan miles, millones de años, eso sí, pero se siguen moviendo al son de las fuerzas tectónicas que las impulsan. Es fascinante.

Un poco más arriba, aún es mejor la perspectiva porque el suelo es totalmente rojizo y los picos se ven fantásticos. Pido otra foto. La persona que me la hace está a más altura que yo. Me sacará con aspecto de enano, lo sé, pero no hay otra, el entorno merece la pena por encima de encuadres fotográficos perfectos.

Para que lo veáis bien, sigo sacando fotos a medida que voy progresando. La senda es a veces de color rojo, otras marrón claro, según el material que vamos pisando. Subo bien. La ladera a mi derecha es pronunciada, pero no presenta caída en cortado, con lo que no da miedo, eso sí, si se tiene vértigo, mejor no intentarlo. La inclinación del terreno yo diría que es mayor de 45º y la senda va avanzando haciendo zigzags bastante amplios.

En la foto debajo de estas líneas se ve la ladera que queda a la derecha de la senda. Y lo que se observa mientras vas caminando por el estrecho sendero. Si no tienes vértigo, no hay problema.

A medida que voy ascendiendo el pico Anayet queda más a mi altura, y es que la diferencia de metros es cada vez menor.

Algunos tramos son un poco incómodos por el terreno, a base de gravilla suelta o salientes de roca que hacen más lento progresar, pero si se va con cuidado, se puede pasar fácilmente.

En un par de ocasiones me encuentro con una roca baja pero lo suficientemente larga como para cotar la senda. Procuro rodearla, pero también es cierto que en algún trecho tengo que hacer uso de las manos y agarrarme a otras rocas próximas para seguir ascendiendo. Podría dar una zancada amplia hacia arriba, flexionando la pierna y la rodilla a tope, pero no quiero arriesgarme a que al incorporarme me venza el peso de la mochila que llevo a la espalda y me caiga hacia atrás, así que mejor no probarlo.

Poco a poco voy avistando el final, aunque a veces la cima no está donde tu crees y la visión engaña. Como así fue.

Mientras subo me encuentro a gente que baja. Alguno lo hace como si fuera por el salón de su casa, otros van incluso poniendo el trasero en la roca. A un montañero que viene hacia mí bastante resuelto le pregunto si es difícil llegar a la cima. Me dice que no, que es más lo que parece desde aquí que lo que es. Animado por sus palabras prosigo.

Deciros que el camino está marcado en algunos tramos y en otros no. Por eso algunos montañeros se ve que van acortando por donde su intuición mejor les orienta, a veces atajando más en vertical. Yo intento encontrar las lazadas en la ladera, me parece mucho más cómodo y menos arriesgado. Si no vas con precaución, puedes dar un resbalón, pues a veces el suelo está compuesto de inestable gravilla rojiza. Lo mejor es apoyar el pie en roca sólida, y fijarse bien, no dar pasos en falso.

Después de dejar la gravilla y rocas rojizas, se accede a una zona de roca gris con algunos espacios herbosos. Todo el rato he ido subiendo con bastante gente. El ir apartándome es un poco estresante, lo digo por lo del virus, por intentar mantener las distancias. Cuando llego a una zona de piedras sueltas sí que estoy muy próximo ya a la cima. Se puede ver gente arriba.

Al final llego a la cumbre. Una vez allí veo que está a rebosar. Casi no se ve el vértice geodésico. Lo tapa la gente. Pediré que me haga alguien la foto de rigor junto al poste de hormigón cuando se despeje algo la multitud, y luego me iré a toda pastilla. Y todos sin mascarillas, a pesar de no guardar la distancia. Patético.

El vértice geodésico está bastante hecho polvo, la verdad. Encima del vértice hay una piedra plana dónde han escrito la altura: 2.559 m sobre el nivel del mar. Pido la foto. Un montañero amablemente me la hace. Pues bien, ahí estoy yo, todo contento por haber alcanzado la cima. Objetivo logrado. Me siento bien por ello. Me puse hoy ese reto y lo he conseguido. Es muy gratificante. Ahora voy a hacer más fotos panorámicas y comenzaré la bajada.

Mirando hacia el noreste se puede ver la famosa marmolera de los Infiernos y abajo del todo, el núcleo urbano de Formigal.

Hacia el norte, se ve parte de la estación de esquí de Candanchú, con más detalle que como podía verla desde más abajo. Y en el horizonte, de nuevo, el Castillo de Acher.

Balaitus e Infiernos, así como la plana de los ibones del Anayet se ven perfectamente. También la cabecera del abismo que baja hacia la Canal Roya.

En la foto que pongo debajo hay un pico justo a la derecha del todo. ¿Es Collarada? yo creo que sí, pero no me atrevo a afirmarlo del todo.

He tomado prestada una foto de internet, de la web de Komando Kroqueta, que pongo debajo, a cuyos miembros conozco, y con el permiso tácito de Carmelo y Elvira (que espero no les moleste), la pongo aquí porque se ve el Vértice Anayet desde el pico Anayet, y así os podéis hacer una mejor idea de donde he estado.

Otra panorámica más cercana del Aspe y la Zapatilla. El sol da de pleno, son las horas centrales del día pero se aprecia bien el horizonte .

Desde aquí el Midi D´Ossau se ve magnífico con el zoom. No me resisto a hacerle una foto a este otro volcán.

Por desgracia, tras escribir estas líneas y ya en Zaragoza, me entero de que la misma mañana del 10 de julio, sobre las 8,20 de la mañana, casi justo cuando iniciaba yo la excursión en el Corral de las Mulas, un escalador zaragozano, Fernando Colás, de 35 años, se mató al caer del Midi D´Ossau desde una altura de 40 metros, cuando estaba escalando el Petit Pic, que es el picacho pequeño que se ve a la izquierda del más grande, debajo, en la foto. Murió en el acto debido a la violencia del golpe que sufrió.

Mis más sentidas condolencias a la familia del montañero desde este mi humilde blog. Una pena, pero la montaña a veces es cruel. Hasta los más experimentados pueden sufrir un percance, por eso siempre hay que saber renunciar si no te ves con fuerzas o ánimos y volver otro día. La vida vale más que todo.

Pues de nuevo comienzo el descenso. Con sumo cuidado, pero me resulta muy fácil. Casi más que al subir. Voy ligero en mi caminar. Es curioso, porque siempre se dice que la bajada es peor que la subida. A mí ahora me pasa al revés.

Justo enfrente, en el Anayet, no sé si por la luz que hay ahora o qué, puedo ver perfectamente las lazadas que hace la senda de subida en la ladera de la montaña. Os pongo la foto.

Se enfoque donde se enfoque, todo es inmensidad y cumbres. No pararía de hacer fotos, pero hay que volver.

Descendiendo el Collado Rojo

Ahora me toca desandar lo andado. Con los bastones en su máxima longitud, comienzo el descenso del Collado Rojo hasta la zona de los ibones. No es complicado, pero sí costoso. Hay que fijarse bien donde se pisa para no resbalar.

Vuelvo a atravesar el terreno de prados y rocas. Ahora la luz del sol da más de pleno. El paisaje parece más inhóspito todavía pero no exento de belleza.

En el camino me encuentro a una aficionada a la botánica, como yo. No todo van a ser panorámicas. También hay mucha vida en el suelo que fotografiar.

Aquí os pongo algunas flores que he ido sacando durante Trayecto. El color del verano por estos lugares.

Levanto la vista y…¡qué bien se ven las marmoleras de los Infiernos ahora!.¡Y Balaitus!. Hay que hacerles a ambos la foto antes de marcharme de aquí.

No me canso de ver estos materiales rojos del permotriásico. Rojo sobre rojo. Es un deleite para la vista. Sigo encontrándomelos por todas partes.

Ya una vez abajo, doy buena cuenta de mi segunda ración de espaguetis (¿qué buena pinta tienen eh?) en este lugar tan estupendo del Pirineo aragonés. Descanso un poco y me dispongo a bajar de los ibones.

Ahora me toca recorrer otra vez el Barranco de Culivillas. Pero me doy cuenta de que una senda que parte a la izquierda del camino por el que he subido el collado que lleva a la plana de los ibones del Anayet, y que va por la ladera de la montaña, es utilizada por algunas personas.

Pregunto y me dicen que da directamente al parking, pero no al que he dejado yo el coche, sino a otro más arriba. No sé, puede que sea el mío, pero ante la duda, bajo por el barranco de Culivillas otra vez. Como podéis observar por las fotos, no soy el único.

Al terminar de descender el barranco, ya tengo la estación de esquí de Anayet a la vista. Ahora a recorrer otra vez la pista asfaltada durante 2 km hasta el coche.

De nuevo veo a los caballos y sus potrillos. Algunos están echándose plácidamente la siesta. Después llego finalmente al coche en el parking Anayet.

El balance de la excursión ha sido fantástico. Buen tiempo, 25º de máxima, 12º de mínima, viento a 10 km /h, y sol, con alguna nube de vez en cuando, pero de las blancas que van y vienen por el cielo, normal en la montaña. Para mí una experiencia hoy inolvidable y cumplida, porque hace tiempo que quería estar en ese lugar. En mi opinión, el esfuerzo ha merecido totalmente la pena.

Os dejo la ruta y las tablas del MIDE debajo. Espero que os haya gustado. Nos vemos de nuevo en otra entrada de Momentum.photo.blog. ¡Buen verano 2021 a todos!.

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