Circular: de Escarrilla al Collado de Punta de la Cochata (1.800 m) por el Pantano de Escarra y vuelta.Total: 12 km. Desnivel superado: 680 m.

Hola queridos amigos y seguidores de mi blog. Hoy nos vamos hasta Punta de la Cochata, un pico secundario en el Valle de Tena, en Huesca, que visto de lejos, recuerda tal vez y con algo de imaginación -bueno tal vez con bastante imaginación- y según desde dónde se mire, a aquel picacho que utilizó Steven Spielberg en la película «Encuentros en la tercera fase» el Monumento Nacional de la Torre del Diablo, un cuello volcánico muy cerca de Sundance en Wyoming.

Salimos desde Zaragoza, mi hermano Javier y yo en mi coche y nos reunimos con cinco montañeros más en Villanueva de Gállego, junto al Hotel Norte, desde dónde marcharemos al Pirineo. En total somos siete amigos; dos Luises, entre los que me incluyo, Javier, Ángel, Ramiro, Alfonso y Pedro. Hace calor. No es normal que a 8 de mayo estén anunciando en el Valle del Ebro casi 30 grados. En el Valle de Tena, a donde vamos las temperaturas no van a bajar de 19 ó 20 grados en las horas centrales del día. Tendremos nubes y claros.

Tras un pequeño refrigerio por parte de nuestros acompañantes -nosotros ya venimos desayunados- partimos hacia Escarrilla. El viaje, lo de siempre: Huesca, Monrepós, Valle de Tena….lo único que esta vez hemos encontrado muchos controles de la Guardia Civil. Yo voy el primero por la carretera, y al pasar Sabiñánigo me paran. No sé que estarán buscando pero en dos segundos echa un vistazo al coche y a los que vamos dentro y nos dice que continuemos.

¿Será porque el estado de alarma termina el 9 de mayo y tienen que controlar? no lo sé. A mis amigos que vienen detrás también los paran. Una vez en el Valle de Tena, llegamos a Biescas y de allí a Escarrilla. Aparcamos.

Nuestros amigos entran en un bar a desayunar y mientras, mi hermano y yo esperamos fuera. Con la pandemia procuramos evitar espacios cerrados con mucha gente. Personalmente aprovecho este rato para darme una vuelta por el pueblo y observar alguna de sus casas, algunas de ellas muy antiguas. Estamos a 1.120 m de altura. Escarrilla pertenece administrativamente al municipio de Sallent de Gállego.

Una vez ya todos reunidos nos dirigimos con los coches hasta la boca del túnel de Escarrilla donde se supone que girando a la izquierda hay una explanada para aparcar. Pero de nuevo nos topamos con la Guardia Civil. A mí me dejan pasar, pero a los amigos que vienen detrás les paran y solicitan la documentación. Después Ángel y Luis se acercan a mi coche y me dicen que mejor no hacemos el giro a la zona de parking porque hay que saltarse una raya continua y a ver si la Guardia Civil nos va a multar ya que están a un paso. Visto lo visto, aparcamos en una pequeña explanada al lado de la carretera y comenzamos la excursión.

Desde la propia Escarrilla ya se ve nuestro objetivo del día; Punta Cochata…¿llegaremos?. Supongo que sí.

Por el lado izquierdo de la carretera vamos caminando hasta que justo antes de la boca del túnel y volviendo a cruzar al lado derecho, tomamos una pista que está cerrada con una barrera. Tras unos pocos metros a la izquierda y junto a un par de palos pintados de rojo a modo de mojones, parte un pista que ya desde este momento no parará de ascender.

El terreno es bueno y enseguida alcanzamos una fuente que está perfectamente acondicionada desde el año 2001,es la Fuente la Casilla. Después la pista se convierte en senda tras un cartel que nos indica por donde hay que ir, el paso de las Campras, y se interna en un bosquecillo de hayas. Me encanta esta zona. El camino que asciende cruza unos parajes muy chulos . Subimos cada vez más y en algún momento ya vemos nuestro objetivo, la Punta de la Cochata.

La senda va subiendo progresivamente, y exige un esfuerzo que podría clasificarlo de moderado aunque sin dificultad técnica alguna.

Me está gustando mucho este recorrido. Es un paisaje espectacular. Sobre todo la paz que siento en estos momentos no tiene precio. Aire puro, naturaleza, amigos con los que descubrir nuevos lugares en estupenda compañía ¿qué más se puede pedir?.

El camino traza lazadas en la ladera de la montaña. Zigzaguea pero siempre sube. Viejos árboles, algunos muy grandes. De otros, sólo queda la base del tronco como queriendo recordarnos una vida vegetal que una vez fue. En realidad todos estamos de paso. Mientras subo reflexiono que lo realmente importante es cómo vivimos y utilizamos nuestro tiempo, para que al final podamos decirnos a nosotros mismos que lo hemos hecho sin hacer mal a nadie, pensando en los demás por encima de los intereses particulares y luchando por lo que realmente merece la pena.

Mientras recorremos la senda, súbitamente, a los lados del camino, el musgo sobre las rocas hace su aparición. Señal de la pureza del aire. Esta senda tiene rincones realmente bellos.

En un momento determinado el sendero deja ver el horizonte y llegamos a un puente de hierro y madera que salva una zona de gleras, muy inestable y en pendiente totalmente impracticable para trazar una senda. Según parece, no todo el puente está en buen estado, hay una zona de la madera que está suelta, si vais, pasad con cuidado.

Nos hacemos una foto de grupo en el lugar en cuestión y seguimos el ascenso. Por donde vamos se llama el «Camino de los forzados» y alguien bromea diciendo que no le extraña que se llame así pues no es precisamente un camino de rosas. Pero nosotros seguimos subiendo animosamente.

A nuestra derecha tenemos una pared colosal de roca, y a nuestra izquierda abajo el fondo del valle. El camino sigue siendo empinado. Algún paso es un poco expuesto, pero nada que no se pueda superar. Si no tienes vértigo, no hay problema. Afortunadamente yo no tengo. Deciros que vivo en un décimo piso. Estoy acostumbrado a las alturas.

Mientras avanzamos, hacen su aparición lo que parecen los llamados cojines de monja, la Erinacea, originaria de lugares montañosos de los Pirineos. Hablo de ellas en una entrada sobre Ordesa. El nombre popular de estos arbustos espinosos y muy vistosos cuando están en flor, les viene porque se decía antiguamente que servían para la mortificación de la carne por parte de las religiosas cuando se sentaban sobre sus afiladas espinas.

A ratos la senda se vuelve a internar el el bosque. Veo algunos abetos enormes. Seguro que tienen más de cien años por la altura y anchura del tronco. El entorno es magnífico.

Punta Cochata cada vez se ve más cerca, pero sabemos que aún nos queda un buen trecho. En la montaña las distancias engañan. Hay muchas curvas en el sendero todavía por recorrer.

La primavera hace su aparición en esta zona dando color con abundantes flores a las laderas. Los picos, todavía con nieve, tienen un aspecto grandioso.

Somos siete. Yo personalmente mantengo la distancia de seguridad, me da igual que estemos en el monte, el «bicho» se aprovecha de los «aerosoles» para contagiar y todavía no estoy vacunado.

Tras recorrer el empinado sendero, llegamos a una zona más despejada del terreno desde dónde vislumbramos el embalse de Escarra con su presa y a su izquierda Punta de la Cochata. Al fondo la Sierra de Partacúa y algunos picos como la Pala de Ip. Todavía hay bastante nieve. La montaña está muy chula.

Tras una fuerte subida desde Escarrilla llegamos a un desvío del camino. Una señal en un poste nos da dos opciones, seguir hacia la presa o seguir sendero arriba hacia el Pico Pacino.

En este punto el grupo se divide en dos. Javier, Ángel y yo, decidimos quedarnos en la zona, y Luis, Ramiro, Alfonso y Pedro deciden ascender al Pacino. Yo ya he estado allí, el verano pasado lo subí desde Sallent. En este blog tenéis una entrada con la excursión por si queréis verlo.

Desde aquí se ve muy bien Punta de la Cochata. Es el pico que bajo estas líneas aparece puntiagudo, en la zona de sombra.No se parece en nada a la vista que se contempla desde Escarrilla. Aquí más bien parece una pirámide.

Los tres que nos hemos quedado sin ascender al Pacino tomamos la senda de descenso hacia el Embalse de Escarra donde aprovecharemos para comer algo y descansar mientras esperamos a nuestros compañeros.

Setas y mariposas se cruzan en mi camino y no puedo sino hacerles alguna foto. Pero en las alturas también veo algo. Hay personas en la cima de Punta de la Cochata. ¿Estaré yo ahí también dentro de un rato?.

Ya se ven perfectamente la presa y el embalse de Escarra que parece no estar a máxima capacidad hoy.

Mi hermano Javier se adelanta y me espera encima del muro de la presa mientras yo hago alguna foto. El embalse se construyó en 1957. Sus aguas se destinan a la producción de energía hidroeléctrica exclusivamente. El aspecto del dique es muy rudimentario para tener sólo 64 años. Parece más bien un gran terraplén de tierra reforzado con cientos de miles de piedras.

Todos los picos de alrededor como os contaba antes están nevados al menos parcialmente. El aspecto que tienen es formidable. Cuando avance el verano toda esa nieve habrá desaparecido en su mayor parte mostrando únicamente la roca desnuda.

Sobre el murete de la presa, un curioso pajarillo se posa a observarnos y nos regala su alegre canto. Al acercarme un poco más a él, remonta el vuelo. Parece un collalba gris. En el sur de Europa su hábitat se restringe a zonas de alta montaña.

Cruzamos la presa hasta el otro lado y muy cerca de la pista aparecen las ruinas de una antigua construcción de montaña. Parece una casona que a saber qué uso tuvo. Tal vez sirvió de vivienda temporal para el personal que trabajó en la construcción de la presa, y quizás posteriormente fue un refugio. No lo sabemos.

El caso es que por dentro está hecho un desastre el malogrado edificio. En el centro se adivina lo que debió ser una chimenea.

Ahora estamos en el lado correcto para intentar aproximarnos a Punta de la Cochata. Pero vamos a esperar a nuestros compañeros de excursión que vendrán del Pacino para iniciar la ascensión.

Juntos de nuevo, y el grupo al completo iniciamos la subida a Punta de la Cochata. Justo al lado del edificio en ruinas hay una senda mal definida que sube ladera arriba. Vamos por ahí.

Las vistas desde aquí del embalse de Escarra y de los picos de alrededor siguen siendo espectaculares.

Poco a poco nos vamos acercando más a nuestro objetivo. La Sierra de Partacúa y Peña Telera de telón de fondo. Las praderas están sembradas de flores de alta montaña de vistosos colores.

Vamos siguiendo una senda muy marcada que yo creo más bien es el camino que utilizan las vacas. La idea es rodear a base de lazadas la base de Punta de la Cochata para luego intentar subirla por el lugar más accesible. A medida que nos vamos acercando el aspecto es de una joroba tumbada, pero una joroba llena de piedras. ¿Seguro que se puede subir ahí?.

Con la altura se comienza a ver en el horizonte el Midi D`Ossau siempre espectacular. Me trae recuerdos de otras excursiones donde lo pude contemplar desde mucho más cerca como cuando subí a los ibones del Anayet.

Después de una costosa subida casi campo a través, ya tenemos Punta de la Cochata bien cerca. Vamos a ver por dónde la atacamos. En cuanto a las vistas, las fotos hablan por sí solas.

Algo se mueve en el paisaje rocoso. Dos montañeras descienden del pico. Van por un auténtico pedregal. Desde luego cómoda no parece la bajada.

¿Qué hacemos? Al final decidimos entre todos que no vamos a subir el pico. La prudencia nos puede. Hace muchísimo viento. El aire azota con fuerza aquí abajo. No nos queremos ni imaginar allá arriba como soplará. No nos vamos a arriesgar a que una ráfaga nos de un buen susto. Habrá otro día. Nos vamos. Pero al menos hemos llegado al collado, a 1.800 m de altura. Está bien.

Ahora nos toca volver a Escarrilla por otra senda diferente a la que hemos utilizado para llegar hasta aquí. Por eso estamos haciendo una circular. Sin apenas darnos cuenta algo nos mira curioso desde un prado cercano. Es una marmota. Se mantiene inmóvil, quizás para pasar desapercibida. Le hago unas cuantas fotos. Se mete en su madriguera. Me acerco. Es un túnel perfectamente excavado en la ladera.

Seguimos el descenso. En un punto concreto la senda se mete entre un bosque de rosales silvestres y espinos. Es un tanto incómodo. Más de uno, entre los que me incluyo, nos llevamos unos cuantos arañazos y alguna espina clavada, pero son simples rasguños.

La vuelta se hace interminable. Parece que no se acaba nunca. Bajamos y bajamos y Escarrilla se ve allá en la lejania pero no parece acercarse a nosotros. A nuestra izquierda el murallón de roca por donde hemos ido subiendo hace unas horas. Y con el zoom puedo fotografiar la pasarela de hierro y madera que hemos cruzado en la ida.

Y seguimos viendo Escarrilla. Pero allí sigue, abajo a lo lejos. La única forma de acercarme al pueblo es con el zoom, porque de momento la senda no parece que progrese hacia él, al menos aparentemente. Pero al menos anima ver que los coches están allí, esperándonos y cada vez tendrán que estar irremediablemente más cerca de nosotros.

Al rato la senda desemboca en una explanada y enlaza con una pista. Para llegar allí debemos cruzar una portezuela de una valla que dejamos, una vez que la atravesamos, cerrada.

La pista sigue unos cuantos cientos de metros hasta que en un momento determinado vemos un poste indicativo. A la izquierda, tras otra puertezuela de hierro, hay una senda que desciende por la ladera. Es el camino de El Saldo. Otra opción sería bajar a Escarrilla siguiendo la pista. Optamos por coger el atajo por el camino.

Igual hubiera sido más cómodo descender por la pista, y supondría menos castigo para las rodillas y piernas ya con unos cuantos kilómetros de bajada a cuestas, pero hay ganas de llegar al pueblo cuanto antes y el atajo parece la mejor forma de hacerlo. Descubro en el trayecto una planta que tiene en sus hojas abundantes filamentos y que están enroscadas sobre sí mismas. Le hago una foto. ¿Será algún tipo de planta carnívora? No lo sé. El descenso se nos hace largo y a ratos bastante penoso por lo incómodo del terreno.

Al final, ya entrada la tarde, llegamos al punto de partida donde nos están esperando nuestros coches. Mi hermano Javier y yo nos vamos a Zaragoza antes que el resto de nuestros amigos que se quedan en Escarrilla tomando algo. Hoy tenemos que llegar antes a nuestras respectivas casas. Ha sido una jornada estupenda de contacto con la naturaleza y nos ha servido para conocer lugares nuevos y realmente sorprendentes. Me lo he pasado genial y en muy buena compañía.

Bajo estas líneas os dejo la ruta y el perfil de elevación que habla por sí solo. Como ya os dije en el título de esta entrada, han sido unos 12 kilómetros y casi 700 metros de desnivel positivo superado. Los que subieron al Pacino habrán hecho aproximadamente unos 3 km más de recorrido y al menos 350 metros extra de desnivel.

Nos vemos en otra entrada del blog momentum. Gracias por seguirme, espero que os haya gustado. ¡Hasta pronto!

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