Subida al techo de la Sierra de Gratal. Pico de la Calma (1.582 m). Total: 12,7 km. Desnivel: 612 m. Tiempo de recorrido: 6 horas. Un balcón sobre la Hoya de Huesca y el Pirineo Oscense.

Hola seguidores de mi blog. Hoy os propongo una excursión por la Sierra de Gratal (Huesca), que es una zona ubicada dentro de lo que son las Sierras Exteriores del Pirineo. Ya os hablé de este lugar anteriormente, en la entrada del blog sobre el Pico Gratal, y de hecho, ambas salidas se complementan perfectamente,pues comparten parte del recorrido a realizar. Nos vamos a la Comarca de la Hoya de Huesca, y al pueblo de Arguís, a 96 km de Zaragoza por la A-23.

Hoy me acompañan Javier y Ángel. Javier es mi hermano, muy aficionado a hacer montaña y sobradamente curtido en salidas al Pirineo y en subir picos desde hace muchos años, pero que por circunstancias de la vida, que no vienen al caso, llevaba ya un buen tiempo sin poder realizar excursiones, así que hoy estoy especialmente contento, al igual que nuestro amigo común Ángel, montañero también con mucha experiencia, por poder tener a Javier como acompañante en esta excursión. Comenzamos.

Estamos a sábado 14 de febrero de 2020. El tiempo es perfecto. AEMET pronostica para la zona de Arguís una máxima de 13 º C y una mínima de 7 º C, con cielos despejados aunque con tendencia a estar parcialmente nublado hacia la tarde. No me parece muy normal para el mes en que estamos, debería hacer más frío, una consecuencia más del cambio climático.

Salimos de Zaragoza a las 8:15 horas, más que suficiente para hacer la excursión, pues llegamos a la Hospedería de Arguís sobre las 9 horas, donde aparcamos. Para saber cómo se va hasta aquí, os remito a la entrada del blog sobre el pico Gratal. Una vez pertrechados, iniciamos la marcha. Hay bastantes coches estacionados, seguro que para hacer el pico Gratal (1.562 m), mucho más popular que el que vamos a subir nosotros, el de la Calma (1.582 m), a pesar de ser el más alto de la Sierra de Gratal aunque sólo sea por unos escasos 20 m.

El pantano de Arguís está a rebosar, al máximo de su capacidad, posiblemente por el deshielo masivo de las últimas nevadas que con el aumento en general de las temperaturas se está produciendo mucho más rápido y mucho antes de lo habitual. A esta hora tan temprana hace frío. La hierba está teñida de blanco por la escarcha, pero sin embargo, el pantano está limpio, sin rastro de neblina, la última vez que estuve por aquí había bastante.

Iniciamos la marcha cruzando por encima de la pasarela que salva la presa. A nuestra derecha, el agua, que casi se puede tocar alargando el brazo, y a nuestra izquierda el barranco sobre el que cruza el viaducto de la A-23.

Hay muchos pescadores por aquí. Deben llevar ya un buen rato esperando a ver si pica algún desafortunado pez su anzuelo. Las capturas suelen ser de truchas.Casi todos lucen ropa de camuflaje.Ahí están aguantando estoicamente el frío de la mañana. Seguramente muchos coches de los estacionados serán de ellos.

Hace bastante fresco como digo, sobre todo en la zona umbría. Se ha formado escarcha sobre la hierba, seguramente por radiación, el suelo ha perdido calor y lo ha expulsado a la atmósfera haciendo que la humedad del aire circundante se condense y se deposite en forma de cristales de hielo sobre las plantas, que en noches de cielo despejado, pueden estar perfectamente a menos de 0 °C.

Pronto, a medida que sube algo la temperatura y el sol sale por detrás de las montañas, desaparece paulatinamente el hielo de las plantas y la marcha se hace más agradable. Un montón de piedras colocadas una encima de otras y en aparente frágil equilibrio, nos llama la atención.

Mientras avanzamos, unas personas están colocando cintas de plástico que indican un circuito a seguir. Se trata del canicross, una carrera en las que forman pareja el hombre con el perro y que según nos dicen, al día siguiente se van a disputar en el entorno de Arguís.

Esta parte del camino es la misma que para ir a Peña Gratal, así que si queréis algo más de información basta con ver la otra entrada en el blog referida a este pico. En esta marcha de hoy, haremos una variación en la ruta que no teníamos prevista en un principio. Os cuento.

Tras algo más de 2 km de caminar por la pista que va paralela al pantano, nos encontramos con la posibilidad de acortar hacia el pico de la Calma por un barranco que va en ascenso y que se interna en el bosque. Es una ruta poco utilizada por los senderistas,pero ganaremos bastante tiempo, ya que es claramente un atajo, así que nos decidimos a hacerla.

Hay varios postes un tanto «rústicos» -no se trata de un PR o un GR- pero se ven claramente. Son de madera, en uno pone «Pozos de hielo Las Calmas» y en otro pone «Las Calmas». Hay que ir hacia donde indican. También os pongo debajo un mapa donde he marcado la ruta en verde claro. Cómo podéis ver, no zigzaguea por la montaña, va de forma directa y en pendiente continua, de ahí su mayor exigencia física.

Con la visión del barranco a nuestra espalda, nos hacemos unas fotos y comenzamos a recorrer la senda, que desciende en un principio hacia el barranco, y que está muy marcada sobre el terreno. Lo primero que nos encontramos es una zona llena de vegetación que atravesamos como si fuéramos por un estrecho pasillo.

Seguidamente la senda va por encima de unas rocas que están aparentemente pulidas por la erosión. Hay de vez en cuando piedras apiladas a los lados que te van indicando por donde avanzar. Vamos por un barranco, aunque ahora está totalmente seco, por aquí ha tenido que descender un torrente de agua en los momentos de fuertes tormentas,lo que habrá contribuído seguramente al pulimento de la piedra que me rodea.

Mientras camino, a un lado, en la roca calcárea, veo una Corona de rey. Es la Saxifraga longifolia, es una planta que florece una sola vez en su vida y luego muere.

Ya desde el principio te das cuenta de que esta senda no perdona y lo que nos espera es prácticamente una recta continua y ascendente hasta el Collado de las Calmas y los pozos que allí hay.

En un momento determinado, se escuchan voces que parecen venir de más abajo.Un grupo de senderistas que van por la pista que bordea el pantano, se paran donde hemos cogido antes el atajo y se nos quedan mirando. Dudan. Están quietos un rato, como planteándose si subir por donde vamos nosotros. Al final, parece que, si por un casual se les ha pasado por la cabeza el hacerlo, desisten y siguen por la pista. Quizás les ha parecido muy empinado.

Cada vez nos vamos adentrando más en el barranco y progresivamente alcanzando más altura sobre la pista que dejamos al coger el atajo. Aún caminamos sobre zonas en las que las rocas están desgastadas por el agua. Allá abajo, en el horizonte, a lo lejos, se ve el monte que acoge en su base al pueblo de Arguís.

Por este atajo que hemos tomado, también es obvio que no sube nadie, o casi nadie, ya que existe la posibilidad de coger un poco más adelante una pista forestal que irá zigzagueando por la ladera de la montaña y que os llevará al mismo lugar al que vamos, de una forma mucho más cómoda y menos exigente físicamente, aunque os supondrá algo más tiempo recorrer la distancia hasta el collado.

De momento, por la hora que es, aquí no da el sol, así que el ambiente sigue siendo fresco, pero el propio esfuerzo de subir nos hace entrar en calor rápidamente y la caminata se hace muy agradable. Javier ha tomado la delantera y lo hemos perdido de vista. Esperemos que el ritmo que lleva, luego no le pase factura, lleva tiempo sin hacer montaña. Ángel y yo vamos un poco más despacio. También es cierto que me entretengo un poco más sacando fotos.

La senda está marcada, pero ciertamente no es muy cómoda. A tramos presenta abundantes piedras que salpican el camino. Seamos realistas. No la perfilan demasiadas botas de montañeros, pero eso a nosotros no nos importa. Vamos decididos a recorrer esta ruta hasta el final.

En todo momento vamos ganando altura rápidamente. El camino sigue presentando una fuerte pendiente. A mi derecha, en la ladera de la montaña, puede verse una pared de roca que delimita el barranco y que presenta las huellas inconfundibles del agua cuando horada la piedra, como unas hendiduras o pequeños recuencos en la roca.

Está a cierta altura,así que imagino que posiblemente hace miles de años, este torrente era mucho más potente y tuvo tiempo de sobra para profundizar en la roca calcárea unas cuantas decenas de metros más.

También parece que se aprecia una pequeña glera o canchal. Estos se forman por descomposición de la roca, por el efecto del hielo-deshielo, ya que el agua, al filtrarse por las rocas y congelarse, y sobre todo al penetrar por las líneas de debilidad de la estructura calcárea, la erosiona y fractura en trozos más pequeños que, por efecto de la gravedad, caen en la base de la pared.

De todas formas, la pista pasa por esa zona,así que el depósito de derrubios pudiera haber sido creado por el hombre al abrirse camino para trazar la pista, aunque parecen demasiados para un tramo tan corto de la misma.

Seguimos superando la fuerte pendiente entre pinos, alguno de gran porte, y todo tipo de vegetación. Se ven rosales silvestres con sus prominentes espinas, boj y todo tipo de matorral, a veces aparecen los traicioneros cojines de monja, con sus púas esperando pincharte si tienes la mala suerte de apoyarte en ellos, también vemos abundantes líquenes y musgos con su característico color verdoso claro.

Mientras avanzamos, la senda nos regala todo tipo de firme. Mayormente compuesto por piedras sueltas y tierra, siempre en pendiente, pero en alguna ocasión el terreno cambia, como cuando vamos recorriendo una zona en la que se ven muchas hojas en el suelo, todas de color marrón, y que están mojadas, seguro que por la condensación de la humedad del aire la pasada madrugada. Parece que estemos en otoño. Se respira un aire limpio y puro, cargado de olor a vegetación y a monte.

El esfuerzo se nota. La pendiente que tenemos que superar es constante, y a tramos, importante. En un momento determinado, el camino sale a una zona más amplia, sin vegetación. Es claramente una pista. Hemos interceptado la pista forestal, que viene zigzagueando por la ladera del monte. Justo donde acaba la senda para juntarse con la pista hay unos montones de piedras, indicación muy útil para los senderistas que la cojan en sentido contrario al nuestro, para que sepan por donde tienen que volver.

Bueno, y en este momento es cuando aparece mi hermano Javier, que había tomado la «directa» y había subido como una moto. Nos está esperando en la pista.

Este es un buen momento para hacerse algunas fotos de recuerdo y también de paso del entorno para que os sirva de guía por si queréis repetir la excursión.

Ahora son las 10:40 horas. El tiempo de la excursión es muy relativo, ya que depende de cada uno, y de las paradas que hagas. Yo os lo pongo aquí por si os puede servir de referencia. Nosotros vamos a un ritmo normal, para nuestra capacidad física, pero esto también es un concepto muy relativo.

En algunas zonas el suelo está todavía cubierto de escarcha. En cuanto el sol lo caliente, todo desaparecerá. Como veis todavía conservamos la ropa de abrigo encima , y es que el ambiente a estas horas es todavía fresco pero muy estimulante.

En la foto que os pongo debajo podéis ver que la pista se aleja haciendo zigzags por la ladera de la montaña y que aún se pueden ver ,como os he dicho antes, zonas blanquecinas que no es otra cosa que la escarcha que aún perdura.

No hay pérdida posible si estáis atentos a las «señales» del camino, como son los montones de piedras apilados. En la foto de debajo podéis ver a la izquierda un gran montón o mojón de piedras que indican claramente por donde sigue avanzando la senda.

Dejando la pista atrás, nos adentramos de nuevo en el bosque, por nuestra empinada senda, para seguir subiendo de cota rápidamente. Si queréis hacer lo mismo que nosotros, no debéis progresar por la pista forestal, no caigáis en la tentación. Personalmente pienso que es mucho más divertido cruzar el monte a través, si la forma física os lo permite, aunque en principio os resulte más penoso. Al final, para el verdadero montañero, es mucho más gratificante haberlo logrado por la zona más difícil.

A medida que vamos subiendo y nos alejamos de lo más profundo del barranco, el sol va colándose entre los árboles. También la hora influye. Poco a poco el día va despertando por estas latitudes.

El ritmo que llevamos es bueno, aún así, aún nos queda un buen trecho hasta que alcancemos nuestro objetivo de hoy, pero ánimo no nos falta. Lo importante es subir a pasos cortos, ayudándote de los bastones para equilibrar el peso del cuerpo, -dicen que descargas las piernas hasta un 15% del peso total con los bastones- además de evitar inoportunas torceduras y esguinces que pueden perfectamente arruinar una excursión, a tí, y a los que te acompañan. No salgáis sin bastones al monte.

Al cabo de un rato, volvemos a encontrarnos con la pista. Es la segunda vez que lo hacemos hoy. Continuamos por la senda. Estamos atravesando la pista que sube haciendo «eses», nosotros vamos todo recto, acortando mucho terreno.

Otra vez nos encontramos con una zona llena de hojas, aunque aquí el camino se ensancha y es algo más plano. Esto supone un cierto descanso, pero durará poco. Los restos de un viejo tronco caído, nos cierra el paso, pero es muy fácil pasarlo por debajo y continuar.

Continuamos y aunque la senda es bastante aparente, siguen apareciendo montones de piedras que nos indican que vamos por buen camino.

Son las 11:52 horas cuando por tercera vez, nos cruzamos con la pista. Otra vez vemos un montón de piedras a modo de guía, y seguimos adelante.

Voy avanzando y veo que Ángel y Javier están parados. No continúan.¿Qué pasa?. Me acerco y el problema es que por donde hay que seguir es una cuesta muy empinada de tierra rojiza que está totalmente embarrada. Tal vez no sea posible subir por ahí salvo que te quieras exponer a algún buen resbalón. Estamos plantearnos buscar un camino alternativo. Al final, yo mismo me ofrezco de explorador y avanzo por un lateral. Veo que es factible progresar por ahí. Seguimos.

Una vez superado este tramo, el camino es ancho, aunque seguimos subiendo lógicamente. Aparecen a los lados los cojines de monja con sus espinas traicioneras. Por aquí la tierra sigue siendo de un color rojizo, lo que nos indica que estamos ante un tipo de suelo arcilloso  producido por la meteorización de las margas (compuestas de arcilla y caliza) y el lavado del carbonato cálcico que contiene este tipo de roca.

La arcilla es de color rojo por los óxidos que contiene, mientras que la roca caliza, que está formada por carbonato cálcico es de color blanco, de manera que la combinación de las dos rocas cuando la erosión las descompone y se mezclan, da el tono rosado-rojizo que se puede observar aquí.

En un lateral de la senda, casi escondidas entre los árboles y arbustos y en una zona sombría, veo unos ejemplares de lo que podrían ser unas Hepáticas -Hepatica nobilis-.Es común en los bosques húmedos y presenta hojas gruesas y trilobuladas, como es el caso, y sus flores son de color violeta o blanco.

Vamos avanzando entre los pinos y de nuevo al final del sendero se ve claramente la pista. Es la cuarta vez que la cruzaremos. Javier y Ángel saludan a unos ciclistas que van subiendo con la BTT. Son los mismos que oímos y que vimos hace un rato cuando íbamos por la senda que progresaba por el barranco mientras ellos iban por la pista, al otro lado. Ellos también nos vieron a nosotros.

Cuando llego al lado de mis compañeros de marcha, me dicen que los ciclistas se les han quedado mirando atónitos, como diciendo ¿pero qué hacen estos aquí?. Y es que, aunque ellos van con bicicletas y nosotros caminando, hemos llegado al mismo punto a la vez, pues ellos han tenido mucho más terreno que recorrer. Aquí nos damos cuenta realmente de lo que estamos acortando. El esfuerzo está mereciendo la pena.

Estamos manteniendo un ritmo prácticamente constante, y aunque hemos parado en algún momento a beber agua, ha sido de forma muy breve. Muchas de las fotos que hago las saco caminando, apoyándome con la mano izquierda en el bastón mientras que con la derecha disparo la cámara.

Cuando no hago ninguna foto, los dos bastones me ayudan y me sirven de impulso y apoyo para superar las cuestas. Siempre eso sí, en la medida más corta. Los bastones se alargan para las bajadas, si subes, hay que llevarlos cortos.

Javier está aguantando bastante bien. Va a su ritmo, que es especialmente rápido. Pensaba que después de un paréntesis tan largo sin hacer monte le costaría más, pero como suele decirse, el que tuvo, retuvo.

Hasta ahora no hemos visto otra cosa que bosque, pero en algún momento, entre los árboles, se puede observar el horizonte. Ese «hueco» visual nos permite vislumbrar el Pico Peiró, en la lejanía, que nos ofrece su majestuosa estampa. En este momento también nos damos cuenta de que poco a poco hemos alcanzado una altura considerable.

Pero es sólo una visión momentánea, porque enseguida volvemos a ser «engullidos» por el bosque. Los espacios abiertos aún se harán esperar.Lo que no cambia es la pendiente. Esta senda es dura y exigente, parece no acabar nunca.

De todas formas vamos animados y de buen humor. Será que estamos liberando bastantes endorfinas, que como muchos sabéis es un tipo de molécula neurotransmisora que estimula el sistema nervioso y que tiene efectos a nivel fisiológico, emocional y cognitivo La segregación de endorfinas es directamente proporcional al nivel de esfuerzo y a la duración del mismo.

Estas moléculas se dice forman parte del “cuarteto de la felicidad” (junto a la dopamina, la serotonina y la oxitocina). El origen de por qué se segregan es porque cuando los primeros seres humanos tenían que huir de los depredadores, lo solían hacer corriendo, con el esfuerzo que esto suponía. El propio organismo entonces segregaba endorfinas con el objetivo de reducir los síntomas provocados por la fatiga, e interaccionar con los receptores del cerebro que alivian la percepción del dolor. Mera cuestión de supervivencia.

De esta manera, se conseguía un efecto de recompensa para el organismo, que alentaba al ser humano a seguir haciendo ejercicio para fortalecer su cuerpo y aumentar las posibilidades de sobrevivir en el entorno.Por eso nos sentimos más felices cuando hacemos alguna actividad física, aunque sea moderada, y segregamos estas hormonas.

Continuamos avanzando y de pronto el bosque se abre en un claro a nuestra izquierda apareciendo lo que tiene que ser, sí o sí, el Pico de la Calma. Se observa un solitario pino allá arriba. Bromeando Ángel nos dice que hay que llegar, por lo menos, hasta allí. La verdad es que el esfuerzo ya va pasando factura y estamos deseando alcanzar cuanto antes el Collado de las Calmas.

Javier va por delante, y ha llegado a lo que es el quinto cruce con la pista forestal. Pero esta vez ya será la definitiva. Ahora iremos por ella hasta el Collado.

Llego hasta su posición, echo la vista atrás y veo por donde hemos subido. Un par de montones de piedras, a cada lado marcan la entrada al sendero para el que lo coja en sentido contrario. En la foto de debajo se ve sólo un montón, pero al lado hay otro.

Bueno, y ahora si es cuando para llegar al Collado de las Calmas y a los pozos de hielo que allí hay, debemos marchar por la pista que tantas veces nos hemos cruzado mientras subíamos por la senda. Son las 11:30 horas.

Echo la vista atrás otra vez, y hago una foto. Debajo os la pongo. He marcado a la derecha las flechas en color amarillo indicando de donde viene la senda, aunque lógicamente la tapa la vegetación, y con un círculo rojo los dos montones de piedras y finalmente también en amarillo por donde hay que continuar. Espero que si os decidís a venir por aquí, os sirvan estas explicaciones para tener clara la ruta.

Pues bien, tras recorrer unos cuantos cientos de metros de pista -no muchos- llegamos por fin al Collado de Las Calmas y a…¿sus pozos de hielo?. Luego os cuento por qué lo dejo en interrogante.

Bajo estas líneas os pongo otra foto, es el momento en el que llegamos al collado. Está hecha mirando hacia atrás, y os explico por qué. A la derecha hay un camino estrecho. Ese no sirve para ir al pico ni a ninguna parte que nos interese. Ya veis que pongo la calavera. Por otra parte las flechas amarillas indican de donde venimos.

A la derecha de la pista, justo cuando sales a una planicie, un poste de madera indica donde están los pozos de hielo. Nosotros nos esforzamos por averiguar su localización, pero no los vemos. Se observa eso sí, una depresión en el terreno, como un gran socavón, que incluso parece una dolina, pero aquí es muy poco probable o casi imposible que exista.

¿Qué será entonces?. Tiene que ser sin duda uno de los pozos que se utilizaban antiguamente para guardar el hielo. La verdad es que se agradecería por parte de quien corresponda que hubieran colocado alguna señal más explicativa o cercana al «agujero» en cuestión.

Ya en la planicie vemos un par de 4×4 y algo de gente junto a unas bicis, pero no son los ciclistas de esta mañana. Los dueños de los todoterreno parecen cazadores.

Una vez en este punto de la excursión voy a hacer un pequeño balance. Hemos recorrido algo más de 2 km de duro ascenso en línea recta prácticamente, con una pendiente media del 26%, hablamos de media, porque en bastantes tramos ha sido muchísimo más, y hemos salvado, desde que entramos en el barranco, 425 m de desnivel.

Como habéis visto, no hay marcas de GR (gran recorrido) ni de PR (pequeño recorrido) aquí, no son recorridos balizados,pero tranquilos, los propios senderistas han ido dejando por todos lados como habéis podido observar por las fotos montones de piedras a modo de señales. Entre eso, y que la senda está definida en su mayor parte, no te puedes perder.

Bajo estas líneas se ve a Javier y marcado con flechas amarillas el sendero que sí hay que tomar para subir al Pico de la Calma, que se aprecia allá arriba.

Como hay gente disponible, no tengo que sacar el trípode y pedimos que nos hagan una foto a los tres. Nos espera el pico. Desde aquí no parece muy complicado llegar, salvo por una zona de rocas que parece verse desde aquí en la parte final, igual habrá que trepar algo, pero salvo eso, parece fácil.

Antes de iniciar la ascensión nos entretenemos un momento en hablar con alguna de las personas que allí hay. Yo aprovecho para hacer también alguna foto de la Hoya de Huesca, que se ve muy bien desde aquí, aunque con algo de bruma.

También se ven los montes que continúan el cordal de la sierra, y al fondo, en la Sierra de Guara, se adivina la inconfundible silueta del Tozal de Guara,como si fuera un gigante tumbado. También se ve el Pico del Águila, inconfundible por tener unas antenas de telecomunicaciones en la cumbre.

Pero también aprovecho este rato para intentar hacer alguna foto a los buitres leonados que vuelan bajos sobre nuestras cabezas. No paran quietos, van muy rápidos.¡Qué visión tan fantástica la de estas enormes aves carroñeras surcando el cielo!.Mi ojo de fotógrafo ve la silueta de un hombre a lo lejos mirando el horizonte y un buitre volando en el mismo plano. Disparo e inmortalizo el momento. Ninguno de los dos se ha dado cuenta.

Tras un pequeño paréntesis, iniciamos la marcha hacia el pico. La senda se interna primero en una zona de arbustos y cojines de monja. El camino no está muy marcado pero se puede seguir.

Pronto llegamos a una zona previa a los pinos que vimos desde la base. Desde abajo todo se ve más comprimido. Ahora nos damos cuenta de que el recorrido es más largo de lo que parecía a primera vista. La panorámica de todo lo que nos rodea es magnífica a medida que vamos ganando altura.

Veo claramente también la «Senda del Mohicano». En la foto que pongo debajo marco con una flecha amarilla la dirección que lleva este camino, que, si todo va bien, haremos más tarde, cuando volvamos de coronar la cima del Pico de la Calma.

La senda se mete en el bosquecillo de golpe. Cada vez se estrecha más. Empezamos a dudar de que esta cima sea muy transitada. No nos extraña. Todos los montañeros se los lleva Peña Gratal, que tiene más fama porque se distingue claramente su estiloso perfil desde todos los lados. Incluso a pesar de tener 20 metros menos de altura que el Pico de la Calma, mucha gente cree que es la cima más alta de la sierra, cuando no es así. La Calma sería como el patito feo y Peña Gratal la niña bonita.

Seguimos ascendiendo.La verdad es que hoy no dejamos de subir y subir. Pero aguantamos perfectamente. Vamos de tirón. No nos paramos apenas, salvo en mi caso para hacer alguna foto rápida pero sin perder el ritmo. Pasado el bosquecillo salimos otra vez a un terreno más abierto.

¿De verdad alguien viene por aquí?. Llega un momento en que prácticamente no se ve el camino. La vegetación lo invade todo, parece engullirte poco a poco. Otra vez atravesamos una pequeña zona de pinos. Esta senda sí zigzaguea por la montaña. Al menos esto lo hace un poco más cómodo.

Volvemos a salir de nuevo a una zona más abierta. La pendiente empieza a ser importante, y hay que salvar algún que otro paso un poco más comprometido, pero nada que no se arregle agarrándose a las ramas de los arbustos para ayudarse a trepar.

La vegetación casi oculta la «senda» y hay que prestar atención por donde pisas, poner los pies en las rocas que sirven de apoyo, asegurándote de que no están sueltas y sujetarse con las manos a las piedras si es necesario, pero nada que no se pueda superar tranquilamente. Claro que si te caes hacia atrás o das un paso en falso, puedes rodar pendiente abajo y hacerte daño, así que no despistarse y no bajar la guardia.

Por cierto, el pino que veíamos desde la senda y que nos sirvió para bromear un rato, ahora lo tenemos a la altura de nuestros ojos, e incluso por debajo. Tiene en la punta de la copa, un nido de procesionaria. ¿Hasta aquí llegan?. Que pena. Seguimos ascendiendo. Ya debe faltar muy poco para la cima.

Con cuidado me giro y hago una foto del Collado de las Calmas y de los pozos de hielo que quedan más abajo. Desde aquí se observa perfectamente la explanada donde hemos estado antes. ¡Que pequeña se ve!. Incluso se aprecian mejor las depresiones del terreno que son los pozos en forma de leve mancha gris. En amarillo, os marco con flechas la ruta que hemos seguido.

Si miro a mi alrededor, casi todo son cojines de monja y arbustos. El cojín de monja ya os he explicado en otras entradas del blog que es el erizón (Echinospartum horridum) es una especie perteneciente a la familia de las fabáceas. El Tozal de Guara sigue omnipresente en el horizonte, al igual que la Hoya de Huesca, unos cuantos cientos de metros por debajo de mi posición. Lástima que el horizonte esté brumoso, porque de lo contrario las vistas serían espectaculares.

Sigo trepando y veo a Ángel y a mi hermano Javier que se han alejado de mí un buen trecho y están superando las últimas rocas antes de hacer cima. Es lo que pasa cuando te paras a hacer fotos. Llegarán antes que yo.No importa. Me gusta dedicarle tiempo a mi afición, siempre trato de no exasperar a mis compañeros de caminata haciéndoles esperar, aunque reconozco que a veces puede que no lo consiga, confío por ello en que sean comprensivos conmigo cuando no me doy cuenta.

Voy subiendo tras ellos y prácticamente estoy en la cúspide. Veo que si les hago desde aquí una foto con el zoom de la cámara, los pirineos nevados salen gigantescos en el plano fotográfico. Dicho y hecho. Les grito que saluden y disparo.

Pero todavía no estamos. El terreno se aplana entre más cojines de monja y arbustos. Unos cuantos metros más de recorrido y vemos un gran motículo de piedras. Es la cima a 1.582 m. Ahora sí que hemos llegado. Objetivo cumplido. Son las 12 horas. Han pasado dos horas desde que tomamos el desvío por el barranco.

Una vez llego a su altura, ahora sí, voy a desplegar el trípode, que para eso lo he acarreado todo el camino. Lo preparo y nos hacemos unas fotos. Los pirineos, todos nevados, se ven pequeños al enfocar, pero si juego con el zoom como he hecho antes, conseguiré unas buenas tomas con las montañas en grande tras nosotros.

Pero para conseguir ese efecto, tengo que alejarme bastante, y el disparador automático sólo tiene 12 segundos. Como puedo, saltando entre los cojines de monja, y llevándome algún que otro pinchazo, aprieto el disparador y vuelvo corriendo otra vez junto a Javier y Ángel. De esta forma logro sacar algunas tomas sin que mi hermano y mi amigo se impacienten demasiado.

Ahora toca descansar un poco y contemplar el paisaje.Tampoco mucho rato pues no nos queremos quedar fríos. Hay que bajar y tenemos todavía más planes para la excursión.

Hacia el norte puedo ver una panorámica que me parece muy chula y que os pongo en la foto bajo estas líneas. Se contempla la autovía A-23 y los túneles que penetran en la montaña, la antigua carretera del Monrepós a la izquierda, recorriendo toda la ladera del monte, y sobre todo ello, el pirineo nevado. Ahora sí que se nota que estamos a 1.582 m, poco, en comparación con las cimas nevadas que se ven desde aquí, pero respecto a la Sierra de Gratal, el Pico de la Calma, es el rey .

Como os digo, el telón de fondo, mirando hacia el norte, es, sencillamente espectacular. Todo el Pirineo, como si de una banda blanca corrida a lo largo del horizonte se tratase, está al alcance de nuestra vista. Se ve una buena porción de esta parte de la cordillera pirenaica aragonesa.

De izquierda a derecha, podemos ver la Mesa de los Tres Reyes, el Bisaurín, la Liena del Bozo, la Liena de la Garganta, el Aspe, el Collarada, la Collaradeta, el pico de Ip,Peña Telera, el Balaitus, el pico de Los Infiernos, el cordón de Sabocos y detrás Panticosa,el pico de Otal, más alejado el Vignemale, ya en Francia, los Gabietos, el Taillón, la Brecha de Rolando, el Cilindro de Marboré, Monte Perdido, la Punta de las Olas, las Tres Marías, y ya en un plano más próximo el Tozal de Guara, el pico del Águila…

Si queréis ver más fotos de los tresmiles que se dominan desde esta sierra, podéis visitar la otra entrada del blog sobre el Pico Gratal. Allí también hay unas cuantas instantáneas y además tienen puestos los nombres de los picos.

Otra visión que se puede apreciar desde aquí, es, por su cara norte, la Peña Mediodía (un anticlinal desventrado) y Peña Gratal. De éste último, la visión de su perfil aparece mucho más elevado sobre el horizonte que antes, ya que conforme ganamos altura, se contempla una parte mayor de la montaña.Lo miro detenidamente y pienso que no hace mucho Ángel y yo estuvimos allí arriba.

También aparece claro sobre el horizonte el Pico del Águila. Es imposible equivocarse con esta cima, pues siempre llevará «pegadas»sobre su lomo las antenas de telecomunicaciones y los edificios de control y mantenimiento que allí se construyeron. En este pico estuve yo hace años, subí con un 4×4, por la carretera que lleva al complejo de antenas, pero dicen que ahora está en bastante mal estado, con abundantes baches en el asfalto.

En la cumbre del Pico de la Calma la verdad es que se está muy bien. No hace apenas viento, -¿será por eso que lo llaman de la calma?- la temperatura es muy agradable aunque algo fresca. Una foto más al Gratal y a la «Senda del Mohicano» que vamos a hacer un poco más tarde. Desde aquí, en la lejanía se aprecia todo el recorrido que os marco en puntitos amarillos. Luego os explico.

A Javier le apetece tener una foto con el Gratal de fondo, cima que ha subido bastantes veces, así que preparo el trípode y una vez hecho, recojo y nos vamos poco a poco de aquí. Ahora ya va siendo hora de ir bajando. No queremos que los músculos se enfríen demasiado. Hasta la próxima, Pico de la Calma.

Nos disponemos pues a descender. Habrá que ir con cuidado. Y como se dice entre los aficionados a la montaña, a la hora de bajar en el monte la vergüenza no existe, si hay que apoyar el culo, se hace, todo con tal de evitar un percance o una caída.

Javier y Ángel deciden plegar los bastones y bajar apoyándose en las rocas y agarrándose a los arbustos. Yo sin embargo, decido usarlos, puesto que estoy acostumbrado a utilizarlos en los descensos. Ellos me lo desaconsejan, pero yo me apaño mejor. En esto cada uno sabe lo que le conviene más. Bajo despacio pero muy bien, sin problemas.

No os engañéis por la foto que pongo bajo estas líneas. Es sólo el principio del descenso. Luego la cámara debe ir guardada en su funda. No se puede perder la concentración. Como véis, yo llevo los bastones desplegados a su máxima longitud. Para mí, es como una prolongación de mis brazos, y me apoyo con ellos.

La bajada la hacemos tranquilos, sin prisas. En algunos tramos no tengo ningún reparo en culear y en otros en agarrarme a la base de los arbustos, pero estos momentos son los menos, el resto del camino se puede hacer erguido, y en mi caso, como os he dicho antes, con ayuda de los bastones. No así Javier y Ángel que prefieren llevarlos plegados. En la zona del bosquecillo ¡nos cruzamos con un par de senderistas! que van de subida. Les comentamos las condiciones del camino.

Una vez recorrida la senda a la inversa llegamos de nuevo al Collado de las Calmas a 1.501 m. Descansamos un poco. Ángel nos había propuesto al principio de la excursión si teníamos ganas el volver a Arguís por la «Senda del Mohicano». La llamamos nosotros así porque es un recorrido en parte aéreo sobre la Hoya de Huesca.

Todo viene por la película estadounidense de 1992, «El último Mohicano» dirigida por Michael Mann, por la localización de las escenas en las que el «indio malo» Mawa, va persiguiendo a las hijas de Munro (cabeza gris) por unos cortados. No busquéis el nombre en ningún sitio, se lo hemos puesto nosotros, pero en el relato de la excursión lo llamaré así. Si queréis hacer vosotros lo mismo, no hay problema, igual hemos inventado el nombre de una ruta.

Una vez abajo, mirando hacia el pico, vemos a los senderistas de antes, progresando penosamente por la ladera, van muy lentos. ¿Llegarán? no lo sé, nosotros no vamos a esperar a comprobarlo.

Mientras Javier y Ángel descansan y beben algo, yo me acerco a mirar hacia la Hoya de Huesca. Veo abajo la A-23 que tantas veces he recorrido con el coche para ir al Pirineo.

Una vez acabado el pequeño descanso, hablamos entre nosotros y decidimos que sí, que volvemos por la Senda del Mohicano,por un cordal de la Sierra que nos va a permitir ver la Hoya de Huesca desde una bonita perspectiva. Para dirigirnos hacia allí hay que ver lo que nos indica un poste de madera que hay en la zona oeste de la explanada. Se puede ir a Nueno, bajando, o al Pico Gratal, subiendo la loma y penetrando en un bosquecillo. La elección debe ser ir hacia Gratal. Son las 12:49 horas.

Nos internamos en un pequeño bosquecillo siguiendo la senda que hemos llamado nosotros «del Mohicano» y eso sí, comprobamos que es de subida, otra vez. Hoy todo es ascender. Desde esta posición me giro y hago una foto del pico donde hemos estado. Ya nos vamos alejando hacia nuestro nuevo destino.

Como os cuento, la senda «del Mohicano» se interna en una zona boscosa, siempre en ligero ascenso, para luego salir del bosque y discurrir por la loma pelada de la montaña o lo que es lo mismo, el cordal de la sierra.

Por el camino también hay tiempo para mirar al suelo y encontrar unas cuantas flores del llamado azafrán de montaña, es el Crocus Vernus, es un azafrán bulboso que crece en primavera.

Seguimos avanzando y en un momento determinado el camino hace una curva y se produce el efecto mohicano, puede verse el paisaje que queda abajo, casi desde un cortado. Lástima que durante toda la mañana persista la bruma en el valle.

Al rato de seguir caminando, aparece la silueta del Gratal, a mano izquierda. Ángel nos hace una foto a los hermanos junto a los cortados de la «Senda del Mohicano» Habrá que volver por aquí en otra ocasión, a ver si hay suerte y el horizonte está claro, porque tiene que ser espectacular.

Si miro a un lado, el Pico Peiró (1.586 m) sólo 4 metros más alto que La Calma que tengo a mi espalda, al frente el Gratal (1.562 m), y a su lado, Peña Mediodía. Buenas vistas para recrearse con ellas.

Pues bien, vamos marchando por la senda, y esta vez, como se ve, aparece perfectamente marcada, nada que ver con lo del Pico de la Calma. Hasta los postes indicadores tienen otra «categoría». Se nota que por aquí viene más gente.

De nuevo parece que la senda se introduce en una zona con más vegetación. Durante este tramo alternaremos espacios más abiertos con alguna zona de pino y matorral. Ni qué decir tiene que lo que no nos deja de acompañar casi nunca son los cojines de monja, omnipresentes en esta sierra.

Puedo ver también a la derecha del camino, una panorámica hacia el norte y mentalmente dibujar la ruta que hemos seguido esta mañana. Os la marco debajo de este párrafo. Las marcas intermitentes -por detrás del monte en la foto- representan el recorrido por la pista, junto al pantano de Arguís, y las flechas, la senda de subida hasta el collado. Bajo la letra «o» de barranco, si os fijáis bien, se ve una pequeña raya marrón. Es la pista.

Este camino es distraído, pues como digo, entras por un momento a zonas con abundante vegetación para luego salir a otras más despejadas donde se puede ver el horizonte casi en 360 grados. Unos pobres pinos a mi izquierda están colonizados por el liquen Pseudevernia furfuracea, que presenta ese color grisáceo blanquecino tan característico.Crece en la corteza y ramas de pinos y abetos y es muy sensible a la contaminación del aire. Si está aquí es porque el aire es limpio.

Seguimos avanzando, y ahora, para que os hagáis una idea exacta de donde estamos, os diré que vamos recorriendo aquel camino que se veía en la lejanía desde el Pico de la Calma y que en una foto que os puse antes, marqué con rayas amarillas intermitentes y llamé «Senda del Mohicano».

Vamos subiendo y subiendo por el cordal. Es una pendiente suave pero constante. De pronto vemos gente. Os decía que esta zona está mucho más transitada. Es un grupo mixto, numeroso. Pienso que podríamos pedir que nos hicieran una foto por aquí así me evito sacar el trípode de la mochila. Vienen fatigados. Las chicas sobre todo. Le pedimos a la primera del grupo que nos haga una foto por favor. Respuesta: no.

Ni Ángel, ni mi hermano ni yo salimos de nuestro asombro. No sé si por vergüenza o por estupor, un chico muy agradable de ese grupo se presta a hacernos una foto y las que hagan falta. No queremos abusar, con una basta. Dándole las gracias seguimos nuestro camino. Las vistas de los pirineos siguen siendo magníficas.

Seguimos marchando. Son las 13:37 horas y un poste aparece a nuestra izquierda. Ahora ya nuestra «senda mohicana» ha desaparecido y nos vemos en terreno despejado y en una pista, o más bien, sobre unas roderas con abundante cojín de monja en el centro y a los lados. El poste indica Nueno y al frente Peña Gratal. Es por ahí, seguimos la pista hacia Gratal.

Ahora ya, por fin, lo que nos espera es bajar. Hay que llegar a la cota del pantano, pero para llegar allí aún nos queda un buen trecho. Esta parte del recorrido, va a coincidir, pero en sentido contrario, con el trayecto que realizamos Ángel y yo cuando subimos al Pico Gratal, y que como os he dicho antes, podéis ver en la entrada del blog que relata esa excursión.

Tras un rato por la pista, llegamos a una intersección de caminos. A nuestra derecha queda otra pista que asciende un poco, pero que luego baja de forma pronunciada. Es la cicatriz que dejaron las máquinas que enterraron el gasoducto y que es fácilmente distinguible por los palitroques amarillos con numeración impresa, que están plantados cada x metros.En la foto de debajo se ve el poste amarillo, a mano derecha, y también, majestuoso, el macizo de Monte Perdido de fondo. Por ahí, no.

De tomarla acortaríamos un buen trecho hacia Arguís, pues supone un atajo, pero no nos apetece a esta altura de la caminata bajar por ahí. Ángel y yo lo utilizamos en la excursión al Gratal, porque al final se puso a llover, y queríamos llegar cuanto antes, pero sufrimos de lo lindo con semejante bajada, no vamos a castigar ahora los tobillos y rodillas ni arriesgarnos a un esguince.

Hacia la izquierda, vemos la pista que lleva a los Llanos de Fenés y al Gratal. Por ahí, tampoco. En la foto que pongo debajo aparece la silueta gris del Gratal. No se puede uno equivocar.

Pero para que visualmente os orientéis mejor, os pongo también las dos fotos que siguen. La primera bajo estas líneas, mirando hacia nuestro destino y el trayecto correcto. ¿Veis el pino grande? Se deja a nuestra izquierda y se sobrepasa. Obvia decir que las flechas amarillas es por donde hay que ir, las rojas y las calaveras, evidentemente, no.

Esta otra foto que sigue, la hago mirando hacia atrás, de donde venimos, de la senda que llamamos nosotros del Mohicano. Lo mismo, calaveras y flechas rojas no ir por ahí.

Una vez ya en la pista definitiva, deberemos seguirla hasta que veamos un par de montones de piedras a cada lado de una senda que bajará por el bosque hasta enlazar con la pista del gasoducto. Es el camino al revés de la excursión del Gratal. Os voy explicando.

Seguimos caminando y como os acabo de decir abandonamos la pista en un punto concreto en el que dos montones de piedras indican la entrada a la senda que nos permitirá dirigirnos en descenso hacia una planicie llena de cojines de monja y algún árbol aislado y que luego se internará en un bosque.

Debajo puede verse la planicie que cruza la senda, que pronto se internará en el bosque y que nos permitirá descender hasta la pista del gasoducto, que viene del atajo que dejamos antes.

Ya en el bosquecillo, empezamos a bajar entre la espesura. Nos rodea todo tipo de vegetación, muy similar a la que nos encontramos en la senda de subida por el barranco que hicimos anteriormente. La verdad es que no sé si es por el cansancio ya acumulado, pero se nos hace este tramo eterno, a pesar de lo bonito del entorno, y es que el esfuerzo que hemos hecho nos va pasando lentamente factura.

Finalmente, salimos a la gran cicatriz que viene de arriba y por la que discurre el gasoducto. Son las 14:24 horas.Ahora sólo hay que seguir los postes amarillos que indican que debajo van las grandes tuberías y estaremos ya muy cerca de nuestro destino, la pista que va a parar al pantano y que lo bordea en un tramo, para llegar a la presa y de ahí a la Hospedería donde está aparcado el coche.

Ahora ya sólo queda caminar y caminar siguiendo los postes amarillos hasta la pista que bordea el pantano. Este tramo se nos hace un poco largo, tenemos ganas de llegar y dar buena cuenta de unos bocatas que tenemos en el coche.

Si os sirve de orientación, pasaréis junto a un poste del gasoducto que tiene pintado el número 98.

Cuando se acaban los postes, ya nos topamos con la pista en toda regla. Si en este punto quisiéramos subir al collado del pico de la Calma, no habría más que seguirla en sentido ascendente, como hicieron los ciclistas que nos encontramos antes. El recorrido es mucho más largo y tedioso, pero también más cómodo, y no discurre entre la vegetación, no es tan salvaje. Si lo que quieres es respirar monte «de cerca» no te aconsejo ir por ahí, te resultará aburrido.

Seguimos marchando y te encuentras junto a un panel explicativo y la señal que marca la dirección a los pozos de hielo. Aquí la pista gira hacia la izquierda en bajada, no hay que seguirla,va hacia el pico Peiró.Nosotros seguiremos todo recto hacia la presa de Arguís.

Pasamos por donde esta mañana tomamos el atajo por el barranco. Seguimos la pista bordeando el pantano. Son las 14:44 horas.

Ya poco a poco aparece de nuevo ante nuestros ojos la Hospedería de Arguís, el pantano, la luz es muy distinta a la de esta mañana, como pasa siempre en la montaña, parece otro paisaje.

Caminamos hasta que llegamos finalmente al arco de la presa. Hemos terminado prácticamente. Los pescadores aún siguen ahí (algunos son los de esta mañana), pero los más se está marchando ya.

Miro, mientras cruzo el arco de la presa, hacia mi derecha. Veo el viaducto de la A-23 que cruza el barranco y la pared de la presa. De una grieta sale algo de agua. Inquietante. El pantano está a reventar.

Nosotros vamos ahora a comer algo. En el coche hay unos bocadillos que ha traído mi hermano y que ha hecho mi madre – no hay comida como la que cocina tu madre – nos lo ha preparado para todos. Javier y Ángel se quedan descansando y yo me acerco a buscarlos. Tengo hambre, y cuando llegan, los tres damos buena cuenta de ellos. El de tortilla de patata casera me sabe a gloria. No hay como comer al aire libre un buen bocata tras una excursión.

Mientras me como el bocata y lo disfruto, pienso que han sido 12,7 km en total, llevamos unas 6:15 horas andando y hemos superado 612 metros de desnivel. No está mal para una mañana de sábado. Son las 15:48 horas.

Nos movilizamos después de comer y llegamos al coche. Ahora nos vamos a ir a tomar un café al pueblo de Arguís e iniciaremos la vuelta a casa.

Aparcamos junto al merendero-bar La Foz y como hace algo de fresco a estas horas nos tomamos el café en el interior. Yo lo necesito para conducir y despejarme un poco para volver.

Parece que este lugar lo frecuentan cazadores, de hecho hay una cabeza de jabalí en la pared y algunas astas de cabra montés y colmillos también de jabalí.

Pues bueno, hasta aquí ha llegado el relato.Ha sido una buena excursión y sobre todo el reencuentro de Javier con la montaña, que espero se vuelva a repetir en futuras ocasiones.Espero que os haya gustado la entrada y si queréis venir por aquí no os olvidéis de complementarla con la otra ya publicada anteriormente en este blog sobre el pico Gratal.

Si queréis dejar algún comentario, duda o sugerencia lo podéis hacer siguiendo las instrucciones de la entrada «mi blog y yo» o al final del propio relato. También podéis decir si os gusta con un «like» (no me pagan nada por esto, sólo es para saber si os gustan mis relatos, siempre es gratificante que te lo digan y te anima a seguir escribiéndolos).

Gracias por leerme y como digo siempre os dejo el perfil de la excursión y el trazado sacado del Google Earth. Sed felices y aprovechad la vida y el tiempo disponible, mientras tengáis salud y fuerzas,porque pasa muy rápido y ya no vuelve más. Saludos y…¡nos vemos en la próxima entrada!.

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