Un recorrido por el despoblado de Susín. Su iglesia románico-lombarda (siglo XI). Un viaje al pasado lejano del Alto Gállego.

Hola amigos seguidores de mi blog, esta vez me voy a acercar a Susín, a unos 137 km de Zaragoza, mi ciudad natal. Es un pueblo deshabitado en la Comarca del Serrablo, en Huesca, en pleno Pirineo. Además de conocerlo visitaré de paso su afamada iglesia del siglo XI de estilo románico-lombardo. Me voy solo, a mi aire. Yo me marco los ritmos y los tiempos de la excursión.

Es martes, 23 de julio de 2019. Me levanto muy temprano. Quiero aprovechar el día a tope. Son las 6 de la mañana y ya estoy circulando por la autovía Mudéjar A-23, con el pico Gratal a la vista. Acabo de pasar Huesca. Cruzaré el puerto de Monrepós y sus túneles y llegaré hasta la localidad de Sabiñánigo. En otras entradas del blog os explico como se llega.

Una vez allí, me dirigiré a visitar algunos pueblos de la zona del Serrablo y sus iglesias, pero esto lo contaré en otra entrada del blog. Cuando termino el recorrido por esas localidades (en coche), y aún temprano, me dirijo a Oliván. Visitaré su iglesia y comenzaré esta excursión a Susín, una sencilla y bonita caminata a una aldea sin habitantes del Pirineo profundo.

Circulando por la carretera que lleva a Biescas desde Sabiñánigo, tomo un desvío a la derecha que indica Oliván. Paso por una zona boscosa y luego la carretera entra en el fondo plano del valle. Allí veo unos extensos prados todos llenos de flores amarillas, dignos de una postal.

En Oliván podemos estacionar en la zona que está junto a la iglesia del siglo XI , en la parte de abajo, junto a un panel explicativo. Al entrar al pueblo tenéis que hacerlo por la derecha, no ir hacia la iglesia recto, sino hacia la casona blanca con ventanas que se ve en la foto.

Una vez que he aparcado, me preparo para caminar. Los bastones, botas, mochila y demás. Pero antes de irme subo un momento a ver el entorno de la iglesia de Oliván, una joya del siglo XI, que está incluída en la ruta de las iglesias del Serrablo.

Después me dispongo a comenzar la marcha hacia Susín, un recorrido de unos 5 km entre ida y vuelta y unos 200 metros de desnivel. Como véis, muy fácil de hacer.

Justo enfrente de donde he aparcado, hay un muro de piedra en el que puede verse una señal que indica la dirección Susín-Ainielle, como se puede comprobar en la foto bajo estas líneas. Siguiendo las indicaciones iremos caminando hacia la salida del pueblo. No hay gente, está todo muy tranquilo.

A medida que voy avanzando, voy dejando atrás las casas del pueblo que quedan a mi izquierda, y a mi derecha, puedo ver alguna borda. El terreno desciende hacia en valle en esta parte.

Son casas de piedra, con las típicas chimeneas propias del pirineo, y los tejados de pizarra. Una de ellas tiene un pequeño corral que está lleno de cabras y ovejas que me miran extrañadas y comienzan a balar como si quisieran advertirme de que no les gusta verme por allí.

A mi derecha, en un prado, un cartel anuncia la próxima construcción de unifamiliares desde 180.000 euros más IVA. Este parece un pueblo muy tranquilo. Sería una pena que se masificara. Quiero creer que ahora ya se planifica el urbanismo de estas zonas rurales con sentido común y de forma sostenible.

Sigo caminando y llego a las afueras del pueblo. Voy por una pista de tierra, que va en claro descenso y que es apta para que circulen los vehículos por ella.

Tras tan sólo medio kilómetro aproximadamente desde que salí del pueblo llego a una curva. En este punto se pueden ver un par de postes con señales de color amarillo que nos indican el camino hacia Susín. Hay dos opciones. O seguir por el GR 16 (sendero de gran recorrido pirenaico) con sus marcas horizontales blancas y rojas, o por el PR HU 3 (pequeño recorrido) con marcas blancas y amarillas.

Por el GR 16, que va subiendo por la ladera del monte, estaremos en Susín en 1,5 km y 40 minutos, sin paradas y a ritmo constante. Tened en cuenta que estas indicaciones no contemplan si hay mucha pendiente, o la forma física en la que se encuentran las personas que realizan la excursión, o si se hacen fotos y descansos o se va con niños. Normalmente cuesta mucho más tiempo que el que ponen. Si escogemos el pequeño recorrido, nos costará más tiempo. Son 3,1 km. Nosotros iremos por el GR 16.

A medida que se avanza,veo una barandilla metálica, a la derecha, que te protege de un barranco, y al frente, que cierra la mitad de la pista, impidiendo en parte el paso. De todas formas los vehículos pueden circular igualmente.

Tras dejarla atrás, se ve un puente sobre un pequeño talud y una poza. Llevaré sólo 1 km recorrido desde que dejé el coche.Tendremos que cruzar por encima de ese puente tal y como os indico con las flechas en las fotos que pongo debajo.

A la salida del puente, tenemos que dirigirnos a la derecha, hacia Susín, no a la izquierda, salvo que queramos visitar unas pozas, o piscinas naturales, que están en el barranco de Oliván. Hay varias de ellas, la más grande al final del camino que recorre el barranco. La gente, en verano, se baña allí.Yo sigo hacia mi objetivo, el pueblo deshabitado.

El camino es ancho, por algo es una pista, y los coches pueden seguir circulando tranquilamente. No hace falta ni que sean todoterrenos. El que quiera ir así puede hacerlo. En los árboles y en las piedras están pintadas las marcas de la GR 16, no puede uno perderse ni aún queriendo.

No hay nadie. Aunque vaya por pista, como hay árboles a los lados se hace agradable.Tras un rato, la pista hace una curva, y ojo, aquí hay que estar atentos porque el camino a Susín por la GR16 se coge en este punto, por una senda que se interna en el bosque.

Tampoco te puedes perder porque hay unos cuantos postes indicativos con las distancias, los lugares y los tiempos. Pero no os lo paséis. Si continuáramos rectos por la pista, iríamos a Ainielle por la PR HU 3, otro despoblado que está a más de 8 km de donde estoy ahora y que dejo para otra excursión.

Por curiosidad y antes de tomar la senda, me adelanté algo por la pista,para comprobar, como os pongo en la foto de debajo, que ya circulaba en ese momento por el PR HU 3 y no por el GR 16. ¿Por qué se sabe? muy fácil, cuando en el monte los colores de un recorrido están pintados en aspa, es que ese no es el camino correcto y te has equivocado. Aquí se ven, en una piedra, cruzados el rojo y el blanco, y sin embargo, los trazos paralelos del blanco y el amarillo del pequeño recorrido están bien visibles.

Así que una vez que tengo claro por donde ir, aunque como os digo, no hay pérdida posible, comienzo a recorrer la senda.

Nada más empezar, tras una pequeña curva a la izquierda, hay un antiguo cartel de madera que pone «Susín» y que te indica por donde ir. Entiendo que esté colocado ahí pues al frente parece como si continuara el camino. Puede crear confusión a los excursionistas, así que viene fenomenal para no equivocarse. Además justo al lado hay un montón de piedras apiladas que tienen los colores de la GR 16 pintados en una .

A medida que avanzo, voy internándome en el bosque, siempre subiendo. Voy totalmente solo. Ya os he dicho, a los que seguís mi blog con cierta regularidad, lo que me gusta disfrutar de vez en cuando de estos momentos de paz y tranquilidad en soledad, sin tener que mantener una conversación con nadie y simplemente escuchando nada más que mis pasos, mi respiración y los sonidos del bosque.

Pero cuando lo hagáis, sobra decir que siempre con mucho cuidado, planificando bien la ruta, consultando previamente el tiempo que va a hacer y diciendo a la familia a dónde te vas, por supuesto. La senda sigue hacia arriba, está bien señalizada con los colores de la GR 16 en troncos y piedras y sigo viendo algunos montones de ellas a modo de señal apiladas a los lados del camino.

La pendiente no es excesivamente exigente, pero depende de la forma física de cada uno. Yo estoy acostumbrado, pero tal vez a alguien que no salga casi nunca a hacer senderismo, le cueste un poco más. No importa, cada uno debe ir a su ritmo. Se trata de disfrutar, no de sufrir.

En un tramo del recorrido, donde la senda se abre a un claro, se llega a una especie de bifurcación. Como os pongo en las fotos de debajo, está todo muy bien señalizado. Hay que seguir los postes con la indicación de la GR 16. Ojo, no irse a la derecha, por una pista que parece tener roderas.

Después, el camino se ensancha un poco. Dejo atrás un árbol partido, quizás por el peso de la nieve que acumuló encima el último invierno. Sigo viendo las marcas de la GR 16 pintadas por doquier. Tranquilos, no os váis a perder. La pendiente es constante.

Como esta es una zona bastante sombría, se presta a que aparezcan los típicos líquenes en las ramas de los árboles. También puedo ver una flor azulada violácea, una Catananche caerulea, conocida como la hierba cupido, es una planta herbácea perenne perteneciente a la familia de las asteráceas.

Como os enseño en las fotos que siguen a estas líneas, el paisaje que rodea el camino,es muy similar. Árboles y musgo en los troncos, siempre apuntando al norte. Tengo calor, como llevo buen ritmo, noto que empiezo a sudar.

Aquí, dentro del bosque mixto, en la ladera de la montaña, no corre mucho el viento, pero se respira bien, es aire puro, y todo huele a vegetación.Siguen estando presentes las marcas de la GR 16, lo que te da la tranquilidad de que vas por buen camino.

La senda, en un momento determinado, hace un cambio de dirección, pero no hay que preocuparse, en un árbol, una marca blanca, envolviendo la roja de la GR 16, tiene forma de curva,indicando por dónde hay que ir. Y aunque no te des cuenta de esto, tranquilos, seguid la senda, está muy marcada y ni un ciego podría perderse.

Sigo subiendo. Más marcas. Algún que otro mojón de piedras. La verdad es que este recorrido está profusamente señalizado. Veo abundante musgo sobre los troncos, pero cada vez se cuela más sol entre los árboles y noto que voy ganando más y más altura sobre el valle y el pueblo de Oliván del que partí.

Llevo ya un buen rato subiendo y no he visto a nadie. Nadie humano, pero sí algún «bicho». En una hoja seca de color marrón, perfectamente camuflado, campa a sus anchas un chinche del mismo color,el Euschistus.

También veo alguna flor de color violeta.Es una campanilla.Las campanillas se encuentran clasificadas dentro del grupo de hierbas perennes que conforman la familia de las Campanulaceae. Los restos de un viejo roble, ya muerto, sirven de hogar al siempre presente y abundante musgo.

El sol ya está en lo alto y se nota. La luz del verano lo inunda todo. En nuestras latitudes no nos faltará nunca. Recuerdo que una vez unas chicas que vivían en Londres me contaron que tenían que tomar con bastante frecuencia pastillas de vitamina D, tan necesaria para la piel y el organismo en general, porque allí siempre estaba nublado.

Tambíen me contaron que casi todos los jubilados tenían reuma, por la humedad. Aquello se me quedó grabado. No me extraña que los que puedan estén deseando venir a visitarnos y en algunos casos, hasta se queden a vivir en nuestro país.

A pesar de todavía ir caminando entre el bosque, debo estar llegando a Susín, pues entre los árboles se abren claros que me permiten ver las montañas de enfrente, al otro lado del valle del Gállego, y la zona de Sobrepuerto. He tenido que alcanzar ya una altura considerable.

Al poco rato, otro poste aparece a mi izquierda. Está «erizado» de señales amarillas. Según dice, estoy a 0,1 km de Susín. He llegado prácticamente. A la derecha de mi posición parte una senda para ir a otros lugares, si se siguen las indicaciones correctamente no hay pérdida posible.

Tras pasar el poste, llego a la altura de un panel explicativo. Te cuenta con todo detalle, como ir a Yebra de Basa desde Susín, siguiendo el GR 16.1. Una excursión que tiene que ser muy interesante.Os preguntaréis si me he cruzado con alguien hasta ahora. Ya véis las fotos. Nada de nada. Ni bueno, ni malo. ¡Qué paz!.

Cuando dejo el panel, me interno por un camino que tiene a la derecha un murete de piedra. Tengo que estar a tiro de piedra del despoblado de Susín. Sigo viendo a ratos el valle entre los árboles.

Pasa muy poco tiempo cuando llego a otro poste con señales. Las más antiguas, en madera, y las nuevas en metal amarillo que se suman al conjunto, indicando un montón de posibles destinos. En este punto ya estoy en Susín. He llegado. Altitud 1.073 metros. Veo otro panel explicativo. ¡Qué ilustrado está este camino! así da gusto. Pero…¿dónde está el pueblo? ¿dónde están las casas?. No veo ninguna.

Bueno, de todas formas, antes de localizar la aldea, puedo recrearme un rato con las vistas. Veo perfectamente el pueblo de Oliván, detrás de él, en el horizonte, la localidad de Arguisal, y el Sobrepuerto, y más lejana aún, la Sierra de Partacúa, (o Partacua).

Con el zoom hago unas cuantas fotos de Oliván. ¡Qué pequeño parece desde aquí!. La iglesia se ve estupendamente a vista de pájaro. Cambia la perspectiva. Me acuerdo del cartel que anunciaba la futura construcción de las casas a 180.000 euros. Ojalá la promoción de viviendas que ví antes sea la única y no saturen el pueblo.

Pero viendo todo esto, ya me viene a la mente la pregunta de siempre; ¿dónde me encuentro? ¿cuál es el origen del terreno que piso?. Los que seguís mi blog sabéis que siempre hablo algo de los aspectos geológicos del paisaje que tengo ante mis ojos. Pues hoy no podía ser de otra forma. Dejaría de ser yo.

Lo primero que hay que tener en cuenta es que todas las rocas de las montañas que nos rodean se formaron bajo el mar. Las Sierras de Collarada y Partacúa, o Partacua, están compuestas por calizas. Acordaros de que como explico en otras entradas del blog (ibones del Anayet), hay dos tipos de rocas, las sedimentarias, y las ígneas, que surgen de las capas profundas de la tierra (volcanes). En este caso, son sedimentarias.

Los fósiles que se encuentran en ellas, nos hablan de mares tranquilos, cálidos y poco profundos, que ocuparon esta zona hace unos 50 a 60 millones de años. Sin embargo, toda la zona de Sobrepuerto está compuesto por turbiditas o flysch, una alternancia de capas de arenisca y de arcilla propia de zonas marinas muy profundas.

En la entrada del blog del valle de Aísa, hablo del flysch, esa especie de formación a capas como si fuera una tarta de hojaldre, que como pongo en el gráfico de debajo sacado de internet, se formó en mares muy profundos, casi abisales, a causa de deslizamientos sedimentarios desde las plataformas continentales.

En las turbiditas podemos ver gran número de surcos dejados por animales invertebrados que vivían en estos fondos y que se denominan pistas fósiles. Su edad es algo más reciente, alrededor de 35 millones de años.

Todos estos materiales se elevaron cuando la pequeña placa ibérica chocó contra la europea, con lo que poco a poco el mar pirenaico desapareció y los sedimentos de su fondo fueron plegados y fracturados hasta que emergieron de las aguas originando la cordillera pirenaica.

En esa zona también hubo glaciares. Ya os he hablado de ellos en otras entradas del blog. Pero a grosso modo, se producen cuando el hielo se acumula en la cabecera de los valles de forma tan enorme que la propia gravedad hace que fluya valle abajo. Hace 60.000 años, estos ríos de hielo ocuparon el Alto Gállego, donde nos encontramos ahora.

Por entonces, el glaciar que bajaba desde lo alto del Valle de Tena, llegaba casi hasta Sabiñánigo, y tenía unos 40 km de longitud, y a él le debemos la forma de artesa, con paredes empinadas y fondo muy plano que tiene el valle del Gállego y que tenemos justo delante de los ojos.

El glaciar, a parte de erosionar el relieve, también transportó y depositó sedimentos que iba arrancando a las montañas. Sedimentos que tienen todos los tamaños, desde el más fino, hasta bloques inmensos, y que formaron unas acumulaciones llamadas morrenas. Precisamente Susín se ubica sobre una morrena lateral de este glaciar y por eso podemos ver por aquí tantas rocas distintas a las turbiditas «nativas» como el granito.

Tras la retirada de los glaciares y del hielo, los torrentes modelaron el paisaje. Hay varias cuencas de recepción, donde el agua que allí se recogía circulaba por un canal de desagüe, transportando también numerosos sedimentos. Cuando el agua llegaba al fondo del valle, donde disminuye drásticamente la pendiente, los sedimentos son depositados en forma de cono de deyección o abanico aluvial.

Por desgracia, un trágico ejemplo de esto, y que recuerdo perfectamente, se vivió en este valle el 7 de agosto de 1996, cuando una crecida extraordinaria y súbita del Torrente de Arás, evento que no se producía según los científicos desde hacía 5.000 años, arrasó el camping Las Nieves, en Biescas, situado sobre el cono de deyección de este torrente en su desembocadura sobre el río Gállego. En la tragedia murieron 87 personas y 187 resultaron heridas. Yo, una semana antes, había pasado por ahí.

El fondo del valle del Gállego es ahora terreno del río, donde éste va depositando sedimentos, divagando lateralmente y formando y destruyendo las curvas o meandros que dibuja a su paso. Los laterales del curso son terrenos potencialmente inundables en momentos de grandes crecidas. Todas estas formas de relieve son plenamente activas y nos recuerdan que la cordillera está viva también geológicamente hablando.

Pues bien, después de este pequeño resumen del origen del terreno que tengo a la vista, y bajo mis pies, que espero os haya resultado interesante, sigo con el relato. Tras dejar el poste de señales, no veo casa alguna. Sigo al frente y me topo con una valla cerrada. No me queda otra que retroceder y avanzar por la parte plana que está más allá del poste, como se ve en la foto de debajo.

Sigo avanzando y a mano izquierda veo unas casas. Pero para llegar hasta sus proximidades, debo saltar un pequeño muro de piedra. Es bajo, no tengo problema en superarlo.Después comienzo a caminar por un prado.

Veo una primera borda. No tiene tejado, la puerta, inexistente. El dintel lo sujetan unas barras de hierro, similares a las que se utilizan en la construcción. Esto me hace pensar que aún a pesar de estar totalmente deshabitada, esta aldea está conservada de alguna forma para que no caiga en la ruina total. Esta borda se llama La Guardiona, y está sobre la llamada Era del Pan Trillar.

Tras esta edificación, hay otra, más majestuosa. Es una casa grande, con un arco en la parte de abajo, que guarda una especie de porche, y una rampa en la parte lateral, sobre una especie de puente, también de arco, y que permite acceder a la parte superior donde se puede ver una puerta de madera. Hay unos palitroques a los que han sujetado unas cintas de plástico, para que la gente no se acerque. Supongo que por peligro de derrumbe, para evitar algún accidente. Es la borda La Guardia. Ahí también tenían un palomar.

Bajo el arco que forma la rampa, también han colocado unas cintas para evitar acercarse mucho. Hay una verja de hierro, lleva un cerrojo, y puede abrirse, pero con dificultad y no del todo. No quiero moverlo por si se pudiera estropear y lo dejo tal como está. Sigo moviéndome por la zona.

El lugar es muy solitario y muy amplio. Tengo una sensación muy diferente a otros lugares del Pirineo que he visitado. Esto es auténtico. Es como viajar atrás en el tiempo. A un pasado lejano que ya no existe. Es como volver a las raíces de lo que una vez fuimos y que casi se ha olvidado. No hay ruidos, ni siquiera sonidos. Calma total. Es algo muy difícil de contar. Hay que estar allí. El tiempo se para por completo. La ausencia de personas aquí aumenta esta sensación.

Miro hacia el bosque. Cuando se acaba el prado,los árboles. No hay nada entre ellos y la casa. Creo que hoy en día se nos haría inconcebible vivir así. Sin alarmas, sin vallas de protección, sin cámaras, sin móvil, sin internet. Sea lo que sea que salga de la espesura, vendría directamente a mi puerta. Sin embargo, si viviera aquí, creo que no tendría una sensación de inseguridad ni de inquietud, tal es la paz que se respira,parece que todo esté en perfecta armonía y que nada pudiera perturbarla.

Lo siguiente que veo es un caserón formidable. Robusto. La sensación que me da es de fuerza, de solidez. Como una casa fortaleza. Los muros, de piedra, casi sin ventanas, con tejados de pizarra y una prominente chimenea en una esquina. Es la Casa Mallau.

En la foto que pongo debajo se ven bien las partes en las que está dividida esta construcción. Lo primero que se contempla por la izquierda, y que está en ruinas es el pajar y el corral. Lo siguiente un pasaje, al que le siguen, con tejado, el horno, la cuadra y el gallinero.

Seguidamente, los últimos tejadillos de pizarra que cubren dos construcciones de piedra, que parecen estar adheridos al edificio principal, son la masadería (amasadero, lugar donde se amasa el pan) , el lagar (donde pisaban la uva para obtener el mosto), y es que aquí hubo vides, -hasta que en el siglo XIX la filoxera las mató-, y el femero, donde se amontonaba el fiemo, el estiércol. La zona bajo la chimenea es el zolle (pocilga).

Todo está, como se puede ver, orientado al autoabastecimiento, y romanticismos a parte, la mezcla de olores a fiemo, la pocilga, las aves, las caballerizas, serían intensos y no tendrían nada que ver ni remotamente a lo que estamos acostumbrados, al menos la gente de ciudad, en pleno siglo XXI, pero para aquellos antiguos pobladores de estas aldeas, -pienso en épocas muy lejanas-,sería lo más normal del mundo.

Tampoco imagino como sería el aseo personal y como cubrirían las necesidades básicas, de, por ejemplo, un médico, en caso de accidentes o enfermedades. Realmente tenían que ser gente muy fuerte y el que no lo era, pues sencillamente, se moría. Así de duro.

La vida aquí tendría que ser muy ruda, y los inviernos muy largos. Pura supervivencia. Pero tal vez sus habitantes fueran muy felices,aunque tuvieran muy poco. Quien sabe. Desde luego el entorno en el habitaban, en plena naturaleza, es un lujo hoy en día para nosotros. En las noches despejadas, se verían las estrellas en todo su esplendor, y tal vez,con una nitidez desconocida para nosotros y a simple vista, la Vía Láctea, con esa banda de luz que cruza el cielo de extremo a extremo. Sencillamente impresionante.

A medida que voy avanzando por el descampado, veo a lo lejos, a continuación de la Casa Mallau, la torre de la iglesia románico-lombarda. Está incluida en la ruta de las iglesias del Serrablo, y también es uno de los motivos por los que he venido aquí.

De todas formas, miro a mi alrededor, y una de las cosas que me transporta de verdad al pasado cuando recorro este lugar, es la ausencia de todo tipo de signo de progreso o modernidad.No hay postes de luz. No hay cables ni nada que pueda recordarnos a lo que estamos acostumbrados habitualmente en los pueblos turísticos del Pirineo, y mucho menos en las ciudades. Y eso que Susín se quedó vacío en el año 1.966 del siglo pasado, hace ahora 53 años. Aunque desde mediados de los 80, hasta febrero del 2013, no fue del todo así. Luego lo explico. Merece la pena.

Tampoco es que Susín desde siempre fuera una aldea con muchos habitantes. Todos los censos de que disponemos, desde finales del siglo XV hasta nuestros días, dan una demografía oscilante entre dos y tres casas. En 1.920 tenía 24 personas, y en 1.960 quedaban 13. La gente de por aquí se dedicaba exclusivamente a los oficios artesanos vinculados a la agricultura y a la ganadería. Estamos a 1.065 metros de altitud. No fue tarea fácil extraer frutos de estas duras tierras y transformar el agreste paisaje.

Cuando he terminado de cruzar el prado, llego a un muro de piedra. Al otro lado veo la iglesia alzarse majestuosa.Tras el muro hay como una calle de tierra, debe ser la calle principal de la aldea, pero la única forma de acceder es abriendo una valla de hierro que cierra un ancho hueco del mismo a modo de portezuela. Tiene un gran candado.Afortunadamente, el espacio entre los hierros es grande y puedo colarme por debajo. Así logro pasar.

El pueblo de Susín está situado aquí porque se asienta sobre un hombro plano del terreno, apto para el cultivo, y que es el resultado del mordisco erosivo del glaciar y la formación de la morrena lateral correspondiente, como explicaba antes.

Las rocas de las paredes de las casas, bordas e iglesia provienen de los estratos del flysch, si nos fijamos en cualquier afloramiento de estas rocas, prácticamente salen partidas en bloques listas para llevarlas a los muros. Los estratos más finos son el origen de las losas que cubren los tejados.

Como las losas son muy pesadas, las chimeneas están hechas con una roca muy ligera que no sobrecarga el tejado: la toba o tosca. Dicha roca se forma en el entorno de manantiales atrapando en su interior las plantas y musgos que crecen alrededor. Éstos al descomponerse, dejan su hueco vacío, y le dan a la tosca su ligereza característica.

Pero hablemos de su preciosa iglesia, Santa Eulalia de Susín.La historia de Susín se remonta a, por lo menos, dos mil años de antigüedad. Es un híbrido entre el primitivo templo medieval (siglo XI) y las obras acometidas en el siglo XVIII. Su construcción data del año 1.035. De estilo románico-lombardo, tiene una ventana geminada con falsos arquitos de herradura y el ábside exterior decorado con una moldura redondeada al estilo serrablés. En absoluta soledad, fotografío a discreción el edificio.

Pero los restos nos hablan incluso de una época anterior, hispano- visigótica. En ella se encuentran piedras labradas que representan signos como la letra omega o el crismón monograma de Cristo. Otros más misteriosos, presentan lacerías o monogramas enfrentados. Hago fotos a todos los que puedo localizar.

En el interior de la iglesia había una pintura románica, los llorones de Susín, que está ahora en el Museo Diocesano de Jaca. Parece que representa a los Apóstoles que están tristes porque el Señor los deja para ascender al cielo. Debajo os pongo una foto sacada de internet de esta pintura.

Las obras del siglo XVIII, quizás llevadas a cabo por ruina de la anterior fábrica, invirtieron la orientación del templo. A los pies colocaron, a modo de capilla, el nuevo altar y en el viejo ábside, emplazaron la actual torre-campanario.

Pero es en el exterior de la iglesia, pero aún dentro de su perímetro, donde veo una cruz de color blanco, que tiene unas flores a sus pies. No estoy seguro, pero puede que sea el lugar de descanso de la última pobladora de Susín, Angelines Villacampa. De hecho, hay una losa cerca que tiene inscrita una frase » Mi sueño es que Susín tenga una restauración auténtica, Angelines Villacampa«. Me doy cuenta de que el dibujo que hay labrado en la losa antes de figurar su nombre ¡es el mismo que acabo de fotografiar en una de las piedras de la iglesia!

La historia de Angelines es un ejemplo de amor por el Pirineo y por Susín, el lugar de sus antepasados. Ella nació aquí, y falleció el 7 de febrero de 2013. Vivía en la Casa Mallau, que hemos visto antes,sin agua corriente, ni luz (salvo por un pequeño grupo electrógeno) al estilo tradicional.

En la década de los 60 del siglo pasado se marchó, como todos sus habitantes, de Susín. La familia de Angelines abrió el primer hotel en Sabiñánigo, a donde se fueron. Ella, posteriormente, estudió en un internado en Pau, Francia. Allí aprendió el idioma a la perfección lo que le permitió trabajar como profesora de francés. En los años 80 del pasado siglo, decidió regresar al pueblo que la había visto nacer para hacerse cargo de la aldea frente a su avanzado estado de deterioro.

Desde Casa Mallau, acogía y explicaba a todo el que le interesaba el pasado y el presente de esta pequeña aldea serrablesa que fue abandonada en 1966. Dicen que era una mujer creyente y muy culta. Dejo sobre estas líneas unas fotos que he encontrado en internet y que muestran alguna dependencia de su casa y a ella misma al calor de su hoguera, en la cadiera.

Ahora su labor creo que la continúan sus hijos, principalmente Óscar, y una asociación de personas que quieren que no se pierda su legado. La Asociación Mallau Amigos de Susín. Por eso se ven algunas casas con reparaciones y el lugar no está totalmente abandonado, a pesar de que su principal cuidadora, Angelines, ya no está.

Ya fuera de la iglesia, en los muretes de piedra, veo un cartel que anuncia la Ermita de la Virgen de las Eras, a 200 metros, habrá que ir a verla, pero primero, quiero acercarme a una zona donde se adivina una casa grande entre la vegetación. No obstante, antes recorro un trecho del camino que lleva hacia allí, y obtengo una perspectiva lateral de la iglesia, desde otro ángulo, un poco más lejano, así que le saco alguna foto.

Vuelvo sobre mis pasos y paso por delante de la iglesia. Ahora me doy cuenta de lo enorme que es el árbol que tiene delante. Seguro que es centenario.

Después entro por una calle, que está embaldosada en piedra, y flanqueada por sendos muros, y al fondo veo un caserón enorme entre la vegetación. Es la fachada frontal de la Casa Mallau. Hay unos banderines de colores colgando de los árboles. ¿Han celebrado algo?. La verdad es que queda bonito y alegre.

Sobre una parte del muro, apoyo mi pequeño trípode hama que se puede llevar en un bolsillo (así de pequeño es) y pongo el disparador automático. Me hago la foto de rigor. Este lugar es agradable y muy fresco, con mucha sombra para el verano. Se nota que aquí estuvo la mano de Angelines Villacampa poniéndolo todo bien chulo. Me hubiera gustado conocerla y visitar su casa, ahora tras de mí, cerrada.

Aquí todo está más próximo y resulta acogedor. Las casas te envuelven cual manto protector frente a los rigores del exterior de la aldea. Hay plantas por todos lados y están en perfecto estado. Está claro que este lugar lo cuidan. Encima de la puerta de entrada a la casa hay un escudo muy antiguo. Parece que tiene unas barras, puede que de Aragón y un castillo, sobre él, una fuente.

Frente a este caserón, hay un edificio más pequeño, en piedra. Es la herrería. Sobre el dintel de una ventana figura la inscripción: «Año 1.838». En España reinaba Isabel II, y se estaba produciendo la primera guerra carlista.

Justo al lado de la Casa Mallau, está la Casa Ramón. Entre las dos discurre una solitaria callejuela que no obstante es por donde se puede ver la puerta de entrada a ésta última construcción. Sigo sin ver a nadie, y sigo solo en esta aldea tan sorprendente. Pero eso pronto cambiará.

Voy caminando hacia el final de la calle y me fijo en las construcciones que hay a mi izquierda y al frente. Son partes que no había visto de la Casa Mallau. Por este lado se aprecia el estado ruinoso de alguna de las estructuras.

Sigo caminando y ahora veo la Casa Canales. Hay muchos árboles por aquí, en los antiguos huertos y junto a las casas, lo que se agradece, sobre todo en un día como hoy, en pleno mes de julio.

Llego hasta el final de la calle, que en realidad, es casi el hueco que hay entre las tres casas principales de la aldea. Una cerca de madera cierra el acceso a un prado. Puede que antiguamente ahí hubiera ganado. Giro la esquina y me encuentro otra vez de nuevo con la rampa que va sobre el arco de la borda que ví al llegar. La borda La Guardia y el palomar.

Ahora, si miro a un lado, veo otra borda (por si no lo he dicho antes, en aragonés, una borda es una casa donde antiguamente se guardaba el grano y otras cosas). Ésta tiene un panel para generar energía solar colocado sobre uno de los balcones. Esta borda la usa gente, si no todo el año, al menos eventualmente, o la han habitado en tiempos, aunque el pueblo está oficialmente despoblado.

Bueno pues a estas alturas de la visita,creo que por aquí ya lo he recorrido todo y me dispongo a volver a la zona de la iglesia para averiguar que es aquello que indicaba el cartel sobre la Ermita de las Eras. Junto a la casa Ramón hay una zona con una bancada y está a la sombra. Creo que podría descansar un rato ahí y refrescarme.

Como os he dicho antes, no he visto a nadie en toda la mañana, pero en este momento unas personas, dos hombres y una mujer, aparecen de repente donde estoy. Son sudamericanos, por el acento y el aspecto. Muy amables, me saludan y siguen su camino hacia la salida del pueblo. Vienen del lado de la iglesia. Bueno, ya he visto a alguien.

Como ya me he relajado un poco, me levanto del sitio donde me he sentado para ir hacia la iglesia. Estoy junto a la Herrería y la Casa Mallau y de repente veo aparecer una chica que me resulta muy familiar. Me pregunta si soy el hijo de Angelines Villacampa, naturalmente le respondo que no.

Pero como digo, me suena mucho, así que le pregunto si nos conocemos de algo, pues le digo que yo estoy seguro de que es así, a lo que me responde ella que le pasa lo mismo. Osea, que no soy sólo yo. Aparece una amiga suya que también me resulta familiar. ¡Qué dilema!.

Como no podía ser de otra forma empezamos a repasar dónde nos hemos visto antes. Si de la Universidad, si de la biblioteca, si de salir por ahí de marcha en nuestros tiempos mozos…bueno, incluso les digo la carrera que estudié, pero por ahí no van los tiros. Nos hacemos un selfie para tenernos fichados y en casa hacer memoria.

Al final creo que tenemos alguna amiga común, o que hemos coincidido en alguna parte, según me dicen ellas, pero yo no lo tengo muy claro, pero da igual, empatizamos rápidamente y formamos un nuevo grupo de excursionistas para continuar con la caminata. Nos vamos a ver la Ermita de las Eras.

Una vez allí, la visión de la iglesia es ya algo lejana. Estamos en un gran campo donde hay dos bordas, una de ellas con la techumbre totalmente invadida por la vegetación. Su compañera está en mejor estado de conservación. La ermita es sencilla. Una sola puerta y un tejado de pizarra, o debería decir de tobas, a dos aguas.

Desde aquí la visión del valle del Gállego es estupenda. Mis nuevas acompañantes aprovechan para descansar y contemplar el paisaje. Les hago una foto, que espero cuando lean este blog, les recuerde el día que estuvieron en este lugar.

Toda esta zona es muy diferente a la de las casas que están en el centro de la aldea. Son espacios muy abiertos.No hay nadie tampoco aquí. Una de mis acompañantes se decide a entrar en una de las bordas. Me viene genial para darle una dimensión humana al entorno al hacer la foto.

Cuando hemos visto bien esta zona, observamos a lo lejos un par de casas de piedra. Nos animamos a acercarnos hasta allí. En las fotos que pongo debajo, se aprecia la distancia. Una vez hemos llegado, hago otra foto de la aldea de Susín. Está lejos. Apenas se ve la torre de la iglesia, pero es verdad, ahora me doy cuenta, por su posición, de que, efectivamente, este pueblo está asentado sobre el hombro de la morrena lateral del antiguo glaciar del Gállego.

La construcción a la que hemos llegado es una casa de pequeñas dimensiones, y como puede verse en la foto de debajo, está cerrada y no hay nada especial que ver en los alrededores, aunque seguro que desde ella se tiene una buena panorámica del valle.Decidimos volver hacia Susín.

Pasamos otra vez por delante de la iglesia y aprovecho para pedir a mis nuevas compañeras de excursión que me saquen una foto en ese lugar, pues me gusta el enfoque, con la iglesia más alejada que lo que pude hacer yo un rato antes dentro del pueblo.

Las chicas después me comentan que quieren ir a ver una antigua casa donde hay una fuente o manantial que se conoce desde antiguo, así que me dicen si quiero acompañarlas. Está alejándose del pueblo, hacia el monte, en dirección este. Una vez llegamos allí efectivamente se ven restos de lo que puede ser una fuente o pequeña poza, pero ahora, mucha agua, la verdad, no hay. En el dintel de la puerta se ve una fecha grabada. Dice, año 1.876.

Ya hemos recorrido el lugar e iniciamos el regreso al pueblo por la parte más cercana al monte, en la zona alta de los prados. Desde aquí, la visión que tengo de las casas de la aldea y de la iglesia me parece muy chula, así que saco un par de fotos. También nos hacemos un selfie, pues el lugar y las vistas lo merecen.

Susín tiene un gran encanto. Si no habéis estado nunca os recomiendo una visita. Seréis transportados a otra época, y las sensaciones que tendréis aquí, os harán sentiros unidos a la tierra de los antepasados lejanos. Podéis venir solos, no pasa nada. Y si os da reparo, seguro que si se lo proponéis a algún amigo o familiar, os acompañará seguro, pues el lugar es precioso.

El camino de vuelta a Oliván es el mismo que os he relatado cuando lo subí por la ladera del monte, solo que ahora me toca desandar la GR 16, cosa que hago en animada charla, pues volvemos los tres juntos.

Al llegar al final de la senda, y salir a la pista, donde están colocados los postes de señales de esta mañana, hay un todoterreno aparcado. Es de una de mis acompañantes. Han venido hasta aquí en coche. Me dicen que si quiero me acercan al puente sobre el barranco de Oliván, pues ellas se quedarán allí, porque van a darse un baño en las piscinas naturales. Les digo que sí y una vez llegamos me despido hasta otra ocasión, con la promesa de averiguar de qué nos conocemos realmente. Ha sido un encuentro muy agradable.

Ya otra vez solo, me voy caminando hasta Oliván y llego donde dejé aparcado mi coche. Me lo he pasado francamente bien y me he desestresado, que es de lo que se trata al hacer estas salidas. Ahora quiero seguir visitando otras zonas de la Tierra de Biescas y del valle del Gállego, cosa que haré, pues aún quedan muchas horas de luz, pero esto es otra historia, y otra entrada que pondré en el blog. Bajo estas líneas os dejo un plano de Susín, por si os es de utilidad para futuras visitas.

También quiero decir que, como he usado para hacer esta entrada alguna foto sacada de internet, -aún siendo muy pocas y con fines únicamente explicativos- si alguien las ve, y considera que no deben figurar aquí,o le molesta por algo, que me lo haga saber y las eliminaré.

Y como siempre os digo, gracias por seguirme, y si queréis comentar, o suscribiros, en la entrada titulada «mi blog y yo» os explico como podéis hacerlo. Espero que os haya gustado este relato y que os sirva de guía. Os dejo debajo el mapa de Google Earth y el perfil de la excursión. ¡Saludos y hasta la próxima!.

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