Hola de nuevo amigos seguidores de mi blog. Esta vez os voy a relatar la excursión que hice el pasado 20 de julio de 2019, sábado. Nos fuimos mi amigo David y yo hasta Panticosa, y visitamos unos bonitos ibones (lago glaciar en aragonés) que casi podría decirse que es menos conocido que los habituales de la zona, Son los de Ordicuso. Al principio casi no se te queda el nombre, un tanto enrevesado él, pero luego os aseguro que no se os va a olvidar. Es más os animo a que alguna vez los visitéis, pues yo creo que os van a encantar. Estos ibones están encima del Balneario de Panticosa, bajo picos tan conocidos como el pico Argualas y el Garmo Negro.
Después de ver este ibón, la idea es visitar las iglesias del Serrablo, si nos da tiempo, pues la subida al mismo tampoco es una caminata muy larga y en verano hay bastantes horas de luz para aprovechar el día pero esto lo contaré en otra entrada del blog a parte, como hice con las ermitas de Tella.
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El sábado comienza como todos los que hago excursiones, y que tantas veces os he contado en otras entradas. Madrugar, la crema solar con antelación para que penetre bien y a la hora de la caminata ya esté bien repartida por las zonas más expuestas al sol, el desayuno…la rutina de siempre. Son las 5:10 horas de esta mañana de verano. Vamos con mi coche, así que arranco, salgo de mi garaje y a las 5:30 ya estoy recogiendo en su casa a mi compañero de excursión y a las 5:45 de la mañana aproximadamente, nos ponemos en marcha.
El viaje es tranquilo, a esas horas no hay casi nadie, la ruta es la habitual, llegar a Huesca, de ahí cruzar el Monrepós, si es lo que interesa, y una vez en Sabiñánigo tomamos un desvío hacia Biescas. No tiene pérdida. Será por el Valle de Tena por donde circularemos dirección Sallent de Gállego, hasta llegar, unos kilómetros antes de esta localidad. a un desvío que será el que nos llevará a Panticosa y de ahí subiremos al Balneario de Panticosa, desde donde comenzará nuestra andada. Previamente, paramos en una gasolinera del Valle de Tena, un poco antes del pueblo de Biescas, para que mi amigo se tome un café. Serán sobre las 7:15 de la mañana.
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Terminada esta pequeña y breve parada, retomamos camino y cerca de Tramacastilla de Tena estacionamos en una zona de descanso habilitada al lado de la carretera, junto al Pantano de Búbal y bajo la mirada serena, y a nuestra izquierda, de la Sierra de la Partacua y Peña Telera (2.762 m) y a nuestra derecha de la Peña Blanca (2.555 m) y la Peña Roya (2.578 m). Son las 7:35 horas.
Hemos parado a posta, pues nos han parecido chulas las vistas del pantano y la montaña con las nubes bajas, a esta temprana hora del día. Hacemos unas cuantas fotos y también a nosotros mismos, con el palo desplegable del selfie especial para la cámara compacta. La luna todavía se ve por encima de la Sierra de Partacua.
En el pantano se puede apreciar la neblina que sube del agua hacia el aire. Se forma por advección: se produce cuando el aire húmedo y cálido se mueve por encima de la superficie del agua fría. El vapor de agua que está suspendido en el aire cálido se condensa al enfriarse al contacto con la temperatura fría del agua y forma pequeñas gotitas.
Continuamos y tomamos ya el desvío hacia Panticosa. No entramos en el pueblo. Seguimos adelante hacia el balneario. Todavía el monte está en sombra. Es muy temprano. A medida que ascendemos vemos que en un lateral de la carretera hay varias personas tomando fotos y haciendo algunos dibujos, parece que estudien las rocas. No parecen españoles, tal vez sean franceses.Un poco más arriba , cuando tomamos una curva pronunciada, nos topamos con un numeroso grupo de boyscouts que avanzan pesadamente con sus mochilas.
Después de subir durante unos quince minutos y recorrer unos 8 km aproximadamente de carretera por la que hay que superar unas cuantas curvas de las que se llaman de herradura por su forma, llegamos al Balneario de Panticosa. La carretera ha discurrido por la Garganta del Escalar, que es una profunda grieta provocada por la acción erosiva del río Caldarés.
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Lo primero que hago es tratar de localizar un sitio para aparcar. ¡Es increíble! con lo temprano que es y el balneario está prácticamente lleno. Marcho hacia la zona del fondo, cerca del Refugio de la casa de piedra y no hay un solo hueco. Al final, volviendo a la entrada, cerca de la carretera, logramos aparcar al lado del Ibón de Baños, en una pequeña explanada a la derecha. No me esperaba tanta gente, la verdad, pero hay que tener en cuenta que estamos en agosto. Son las 8:10 horas de la mañana.
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Una vez hemos aparcado nos ponemos las botas (en mi caso obligado pues he conducido con otro calzado) preparamos las mochilas y los bastones y después de un selfie de inicio de excursión comenzamos, no sin antes encontrar una solitaria babosa que parece querer regresar a su lugar de reposo en la hierba y perder de vista tanto ajetreo.
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El Balneario de Panticosa está a 1.660 metros sobre el nivel del mar, sobre una pradera. Esta pradera, formada por depósitos y derrubios de las montañas que la rodean en su mayor parte, cubre un circo glaciar que tiene forma elíptica. En las zonas altas del circo hay varios ibones o lagos de origen glaciar -entre ellos los de Ordicuso, que visitaremos hoy- que vierten sus aguas al río Caldarés ( cuya etimología proviene del latín «caldus», que significa caliente) que atraviesa dicha pradera y que forma en la salida de la misma una laguna llamada Ibón de Baños.
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Los picos que rodean este circo glaciar pertenecen al Pirineo axial, la verdadera columna vertebral de la cordillera granítica, destacando cimas superiores a los 3.000 metros como el pico Argualas con 3.046 m, el Garmo Negro con 3.051 m, y los picos de los Infiernos con 3.082 m. (por el otro lado de estos picos se puede ver la famosa marmolera). En la foto que pongo a continuación y que hice desde el Ibón de los Baños, pueden verse de izquierda a derecha los picos que están por encima del Balneario. He puesto los nombres y alturas para poderlos ubicar correctamente.
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Y es que este lugar tiene su historia. Desde muy antiguo, en la época de los romanos (siglo I d.C.) ya se sabía que brotaban manantiales termales en la zona. Pero ¿de dónde sale este agua termal?
Todo tiene una explicación. Resulta que el agua procedente de la lluvia y de la nieve que se filtra por las grietas y diaclasas que atraviesan macizo granítico, y se va calentando a medida que desciende en profundidad, a razón de de 1ºC por cada 33 metros. Este fenómeno se llama gradiente geotérmico que es justamente lo que pasa en esta zona.
A veces el agua desciende tan profundamente que se calienta hasta temperaturas de 50 grados centígrados o más. Si el agua, una vez calentada, asciende rápidamente, puede llegar a brotar en superficie sin apenas enfriarse. Y aquí ocurre precisamente eso. Hay abundantes fisuras en el granito por las que el agua se abre paso a la superficie en relativamente poco tiempo. Sin embargo, cuando el ascenso es lento, el agua calentada en profundidad vuelve a enfriarse y no aparece el fenómeno del termalismo.
En Panticosa, existen los llamados Baños de Tiberio, donde el agua brota a unos 47 grados centígrados, y cuyo nombre hace referencia a unos monedas romanas encontradas en las proximidades. Así que es de suponer que este manantial si les era conocido.
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Pero a parte de éste hay otros cinco, cuya denominación, corresponden a la creencia popular de que la utilización de sus aguas contribuía a la curación de unas dolencias determinadas, como son el del Estómago (o fuentes de la belleza), el del Hígado (o San Agustín) el del Herpes, y el de la Laguna (o del Estreñimiento), y El Escalar (o de La Jaqueca).
¿Y qué características tienen estas aguas termales? la temperatura promedio oscila entre los 20,3 y 42,9 ºC, son de mineralización débil (inferior a 220 mg/L) , y tienen una elevada alcalinidad, con valor de pH por lo general superior a 8,5 pero que puede llegar hasta 9,7.
En cuanto a sus componentes domina el bicarbonato, existe una alta concentración de sulfatos, y también se caracteriza por la presencia de sodio como elemento mayoritario, seguido del calcio. También hay en cantidades algo menores, cloruro, potasio y magnesio pero sin embargo se han detectado elevadas concentraciones de sílice e incluso ligera radiactividad y hasta la presencia de arsénico.
Una vez hemos recorrido todo el lateral del «domesticado» Ibón de Baños, nos introducimos en la pradera arbolada y nos dirigimos hacia la falda de la montaña que tenemos enfrente.
La noche anterior según nos dicen, ha llovido bastante en la zona. Se nota. Todo está húmedo y mojado. Además hace calor y el ambiente aquí abajo es sofocante. Calor y humedad. Una incómoda combinación.
Empezamos a subir entre el bosque. El calor aún es más sofocante. Estoy sudando un montón. La subida es pronunciada. Esta excursión no es de larga distancia, pero sí que hay que salvar un buen desnivel. Enseguida encontramos una especie de caseta ubicada en la ladera. Es la Fuente de la Laguna. Tiene una especie de puerta rectangular y una ventana cerrada de cristal de forma semicircular. Encima, en la pared, hay labrada la figura de una fuente. Son las 8:39 horas de la mañana. No entramos a verla, lo haremos a la vuelta.
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Seguimos subiendo. El camino no es precisamente cómodo, hay bastantes piedras y la pendiente es constante. Cuando ya hemos alcanzado cierta altura , salimos momentáneamente de la zona boscosa a una parte despejada de la senda y esto nos permite comprobar la cota que hemos alcanzado tomando como referencia el Ibón de Baños y las casas del Balneario que quedan abajo. También se agradece llegar a este punto pues aquí corre el aire y nos refresca un montón.
Volvemos a entrar en zona de bosque. Vamos ascendiendo siguiendo la senda entre los abetos. A ratos el camino se vuelve a abrir al paisaje y podemos seguir comprobando que cada vez estamos más y más altos. El ibón y los edificios del balneario se ven cada vez más pequeños. El sol ya sale por detrás de los montes que flanquean el ibón, el Pico Cara Costa (2.509 m), e ilumina levemente la cima del Pico Os Baños (2.396 m). Pronto nos dará de pleno. El día ha salido muy bueno, todo lo contrario del anterior. Hemos tenido suerte, aunque ya lo sabíamos por AEMET (Agencia Estatal de Meteorología) que iba a ser así.
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Continuamos y al cabo de un rato de subir entre los pinos negros y los abetos el camino se bifurca. Hay que seguir recto pero si te desvías un poco, hacia la izquierda, puedes acceder al torrente, el llamado de las Argualas, y a unos puentes que lo cruzan. Nos acercamos a verlos. Son las 9:10 horas.
El desviarnos ha merecido la pena pues podemos caminar por encima de un puente de piedra que nos permite ver el paisaje de toda la zona y el propio torrente de las Argualas, además de permitirte cruzar al otro lado. Es una vista muy chula. También arquitectónicamente es original, no hay barandillas, sólo unas piedras colocadas en alternancia a modo de quitamiedos. Al ser de piedra se integra muy bien en su entorno. El sol ya ha terminado de salir de detrás de las montañas. Disfrutamos un buen rato y hacemos fotos. Se está bien aquí.
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Vamos y venimos un buen rato por encima del puente y nos damos cuenta de que pinos muy jóvenes han arraigado en el espacio que hay entre algunas piedras. Los tendrán que quitar o las raíces pueden deteriorar la obra. Mirando hacia el monte, hacia una cota más alta, se puede ver otro puente de similares características.
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Pues una vez vemos la zona de los puentes volvemos a la senda y continuamos subiendo. El camino es un poco mejor, con menos piedras, y vuelve a internarse en el bosque. En principio tendríamos que llegar hasta una pradera, que está por encima de la ladera de la montaña, la de la Majada Baja de las Argualas a 1.840 m .
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De momento, y desde que salimos del Balneario de Panticosa, hemos ascendido por la ladera de la montaña por una senda que ha ido haciendo continuos zigzags y que podría calificar de dura por el esfuerzo requerido para superarla. Ahora, y tras una hora aproximadamente, (contando con el rato que estuvimos en los puentes -si no hubiéramos parado allí, serían unos 45 minutos-) salimos de la zona de bosque y llegamos a la Majada Baja de las Argualas. Son las 9:30 horas de la mañana.
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Al dejar el bosque se accede a una zona abierta y despejada, con praderas y algunas rocas dispersas por doquier. Ya no se ve el valle, sin embargo los picos que aparecen a nuestro alrededor son impresionantes. Elegimos una piedra plana, dejamos allí las mochilas,bebemos algo y reponemos fuerzas. La subida ha sido dura. Si vais a hacer esta excursión la primera parte os va a exigir cierto esfuerzo, si no estáis muy acostumbrados a hacer senderismo, pero nada que no se pueda superar para una persona medianamente en forma.
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Me fijo que hay una senda que continúa más o menos recto por la pradera y otra que se desvía claramente hacia la derecha, muy marcada. Son las que utilizan los montañeros para subir a picos como el Garmo Negro, Argualas y los ibones de los Arnales. No seguirlas. En la foto debajo de estas líneas os lo pongo marcado. Si estáis ahí, sobre el terreno, veréis esto mismo que ví yo. Con no ir por ahí, suficiente.
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Nosotros entonces tenemos que continuar por un camino que se desvía hacia la izquierda. Vamos hacia una zona de pinos y de rocas grandes. Además en una de ellas que está al borde del camino, está pintado el nombre de Ordicuso y una flecha que indica la dirección a tomar. Si estamos atentos, ni los más despistados pueden no verla.
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Hay otra pista que nos puede orientar para seguir el camino correcto. Al salir del bosquecillo vamos a parar a un torrente. Tenemos que seguir dicho torrente por la margen derecha, siempre avanzando, hay senda más o menos visible, para luego más adelante, cruzarlo a la orilla opuesta. Aquí la ascensión es más llevadera y la pendiente es más suave. Además el paisaje es precioso.
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Acabamos de cruzar y echando la vista atrás no vemos el valle, pero sí las moles rocosas de enfrente. Son los picos que están sobre el Balneario de Panticosa. Ahora se puede ver lo que hemos subido. El sol sale por detrás pero aún así se adivinan, en tono muy claro, y al fondo del todo, en tercer plano, los dientes de los Batanes (2.885 m) por delante, y empezando por la izquierda, la Peña de Xuans (2.838 m), Cerro Gascón (2.517 m) , en segundo plano el pico Lavaza (2.767 m), delante de él el pico Cara Costa (2.509 m) al fondo, más lejos, el pico Punta del Puerto (2.732 m) y el Pico Baciás (2.754 m) justo encima de los ibones de Brazato. Toda una panorámica.
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Una vez que cruzamos el torrente hay que seguir la senda que a medida que va progresando deja a su izquierda un montículo rocoso con pinos y abetos en su zona alta y que tiene un pequeño canchal en su base. Siempre estamos ascendiendo, aunque la pendiente es más suave pero constante. Son las 10 de la mañana.
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El paisaje es magnífico, y el día no nos podía haber salido mejor, lo que no quita para que me fije también en el plano cercano y en las plantas que nos rodean, como algunas orquídeas que se ven entre la hierba, alguna siempreviva de montaña y una especie de tallo con una terminación en forma de plato de una planta que desconozco y que parece como si estuviera llena de aquenios (frutos secos o semillas) que hubieran desaparecido ya y hubiesen dejado sólo los huecos vacíos. De lejos hasta se puede confundir con un nido de avispas.
Seguimos avanzando, siempre subiendo por la ladera de la montaña y a media altura, pero es una pendiente muy llevadera. Al fondo ya se vislumbra el pico Pico Feniás (2.840 m).
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Todo el paisaje que nos rodea es impresionante. Es típico de alta montaña, y como en todos los lugares así, no faltan los numerosos canchales o tarteras.
Son una gran acumulación de derrubios o depósitos de rocas en la base de las laderas de las formaciones montañosas. Se originan en los procesos de meteorización de las rocas, que se fraccionan por causas mecánicas, también por la gelifracción,(la congelación del agua por los contrastes térmicos entre el día y la noche en las grietas de la roca hace que ésta se fracture en trozos debido al aumento de volumen del hielo).
Pero es que mires donde mires no paras de ver picos. Con el zoom puedo fotografiar los Arnales y los Picos de los Infiernos recortándose contra el horizonte.
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Mientras camino, una gran roca que no es gris, sino más bien rojiza, me llama la atención. Parece que en su composición abundara el mineral de hierro. Me pregunto desde dónde habrá llegado ¿tal vez rodando desde uno de los picos que veo?. Quién sabe.
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Las cimas, que desde el Balneario se veían de una forma determinada, desde aquí parecen otras. Siempre pasa lo mismo. En la montaña, según dónde estés situado, la perspectiva cambia. Pero son los mismos montes. Hay un número tan enorme de canchales que no dejas de asombrarte por ello. Si toda esa piedra la volviéramos a colocar en su sitio ¿en qué afectaría al relieve que me rodea? seguro que en mucho.
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Seguimos ascendiendo sin prisa pero sin pausa, disfrutando del entorno pero teniendo en cuenta que nuestro objetivo final son los ibones. En las numerosas fotos que pongo más abajo se puede ver la senda y como va ascendiendo paulatinamente por la ladera de la montaña entre la hierba, las rocas y algún pino negro.
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Mientras vamos ascendiendo de vez en cuando nos paramos a contemplar el magnífico paisaje que nos rodea. Hay poca gente. Estos ibones no son tan conocidos como otros y la gente se dirige más hacia las rutas de escalada del Garmo Negro y Argualas que hemos dejado antes. No obstante una excursionista nos adelanta. Irá hacia el mismo destino que nosotros. Al rato un grupo de senderistas también nos pasan. Es lo que tiene ir haciendo fotos, las excursiones las disfrutas, no es sólo llegar por llegar, también es relajarse y aprovechar el estar en lugares así.
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En un momento determinado, otro grupo de personas, unas cinco, vemos que van por delante nuestro. No las alcanzaremos, pues no se han parado,pero entre ellas una cara me resulta familiar. Era una bedel de la época de la Universidad. Estaba casi siempre en el I.C.E, (Instituto de Ciencias de la Educación), en la recepción, en la época en la que iba a estudiar mis asignaturas de Derecho a la pequeña biblioteca que había allí. Recuerdo que era un lugar muy silencioso y pequeño, en el que te concentrabas de maravilla. Me hubiera gustado saludarla, pero iba ya muy por delante. Es curioso, pero últimamente me estoy encontrando a gente que no veía hace años en los lugares más insospechados.
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Al cabo de un buen rato subiendo, alcanzamos por fin una planicie. En ella hay un pequeño ibón, rodeado de praderas. Dedicamos un rato a dar una vuelta por los alrededores y a hacer alguna foto. El lugar es muy bonito. Pero todavía no hemos llegado a los ibones de Ordicuso. Son las 10:55 horas de la mañana. Por cierto, os preguntaréis cómo puedo saber la hora exacta en la que estoy en los lugares que os voy relatando. Muy fácil, seguro que ya lo habéis adivinado; lo sé por las fotos, en el ordenador puedo ver la hora en la que fueron tomadas.
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Desde ahí, la pradera se recorta contra los picos del fondo. Se pueden ver todos. Argualas, Garmo Negro, la Aguja de Pondiellos, Pondiellos, los Infiernos…el sol les da de pleno y se pueden distinguir muy bien los detalles.
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Antes de marcharnos de aquí, y ya dispuestos a alcanzar los ibones mayores, noto que me han picado algunos insectos, en la espalda, a través de la camiseta y a pesar de llevar la mochila, y en las piernas. Se me han hecho tres o cuatro abones grandes, pero mejor no tocarlos ni rascarse. Yo directamente los ignoro y ya está. Lo digo porque si vais por estas fechas a este lugar, igual os recomendaría daros previamente algún repelente. Yo creo que el culpable ha sido el pequeño ibón y su agua retenida, tal vez caldo de cultivo ideal para que en sus alrededores se desarrollen bastantes insectos. Y que por cierto, a mí casi siempre me pican. En cambio, David se ha librado.
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Antes de marchar definitivamente de aquí, veo un grupo de flores, la siempreviva de montaña, que crece entre unas rocas, en una zona donde hay algo de tierra. Estas flores son muy chulas y en casi todas las excursiones por el Pirineo aragonés me encuentro con alguna.
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Pero en los alrededores del pequeño ibón también hay alguna sorpresa. Se nota que en esta zona, hace miles de años, existía un glaciar. Si se miran con atención las piedras que te rodean, te hablan de ello. Debajo pongo dos fotos en las que se aprecia claramente la piedra pulida por el hielo, que le ha dejado una forma redondeada. Son las llamadas piedras aborregadas. También hay rocas que presentan fracturas, seguramente aprovechando vetas en la roca de mayor debilidad estructural, efecto de la acción del hielo – deshielo.
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Abandonado el pequeño ibón, ya no hay senda muy marcada que seguir, pero es fácil encontrar los ibones de Ordicuso. Hay mojones de piedra que nos ayudan, además se sigue levemente ascendiendo y se rodea un pequeño montículo que queda a la izquierda, que tapa la visión de los ibones, como luego comprobaremos, pero luego se gira hacia el sur, y te encuentras de golpe con el ibón superior de Ordicuso (2.090 m).
En la foto que pongo bajo estas líneas se puede ver, a mi espalda, de dónde venimos. Hemos rodeado un montículo que aquí se ve a mi derecha y nos hemos parado junto a la piedra sobre la que estoy para la foto. Esto es la vista a mi espalda. Se ven Argualas y se ve Garmo Negro y la Aguja de Pondiellos.
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Sin embargo, si miramos al frente la visión es el Ibón superior de Ordicuso. Son las 11:20 de la mañana. Hemos ascendido 490 metros de desnivel, desde el Balneario hasta aquí, lo cual no está nada mal. La subida en el primer tramo se hizo dura, en el segundo tramo un poco menos, pero lógicamente ha sido un ascenso continuo y sostenido.
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El que piense que esta caminata va a ser un paseo campal, que se quite la idea de la cabeza, por eso hay que saber medirse las fuerzas antes de lanzarse a realizar la excursión.
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Yo estoy muy acostumbrado a caminar grandes distancias, y mi valoración es que se requiere un cierto nivel de esfuerzo físico, nada insuperable, ni mucho menos, pero hay que tener en cuenta que tal vez para algunas personas según sus circunstancias, hábitos y edad, les resulte más complicado.
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A mí por ejemplo subir se me hace más cansado, pero cada vez me resulta más fácil. Vivo en un piso alto, y muchas veces uso las escaleras en vez del ascensor. Es un buen entrenamiento. Sobra decir que no soy fumador, por supuesto, el mayor enemigo del montañero. Pero yo animo a que el que se quiera, haga esta excursión, pues si no está muy acostumbrado a salidas al monte, le puede servir esta ascensión para conocerse a sí mismo y sus límites y saber también hasta dónde puede llegar sobre todo de cara a otras salidas más exigentes.
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Pues bien, una vez que ya hemos llegado, iniciamos el descenso hacia uno de los primeros ibones que se aloja en la cubeta que forman. El paisaje que tenemos delante es magnífico, ya no concentramos la atención en los picos que nos han acompañado todo el camino, ahora vemos los que están justo enfrente del ibón y por encima del Balneario de Panticosa, que queda abajo, en la pradera de derrubios del circo glaciar.
Todo esto que estoy experimentando en esta excursión me da que pensar. Tengo clara una cosa; lo que nos emociona no se olvida, y no importa que sean alegrías o disgustos. Un paisaje, un atardecer, un momento en el tiempo, nos puede dejar huella. El cerebro retiene esas situaciones porque la emoción que las acompaña activa las regiones implicadas en la formación de las memorias, como el hipocampo y la corteza cerebral.
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Realmente, si lo piensas con tranquilidad, la vida al final no es lo que uno vive, sino lo que recuerdas y cómo lo recuerdas, para contarlo o revisarlo en tu mente después. Por eso las fotos son nuestras mejores amigas.
Contar con un lugar en el que poder sumergirnos en el mar de nuestra vida y revivir todos los momentos especiales que hemos capturado con nuestra cámara no tiene precio. Por eso es importante que tengamos un sistema para guardar y organizar nuestros recuerdos. Yo lo hago, cada año, cada mes, cada día, tiene su carpeta y las fotos están ahí.
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Afortunadamente existen los discos duros externos. Sé que tengo un tesoro aunque mucha gente no lo sepa valorar y piensen que eres un pesado o molesto por querer plasmar las vivencias. No me importa, creo que tengo la mejor afición del mundo.
Nos estamos haciendo fotos y de pronto cuatro personas aparecen tras nosotros. No son chavales, desde luego, ya tienen sus años, pero están en buena forma, tal y como nos confiesan. Entablamos conversación. Uno de ellos parece que es periodista, o al menos ha trabajado en el mundo audiovisual según nos cuenta.
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Su cara no me resulta extraña – en la foto de azul celeste-. ¿Dónde lo he visto? Él ya ha estado aquí. Nos dice que nos hagamos la foto típica junto a una roca al pie de los ibones. Al final nos hacemos mutuamente fotos, ellos a nosotros y yo al grupo. Nos despedimos y cada uno a lo suyo.
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Continuamos la marcha y recorremos el ibón por un lateral, siguiendo una senda. Este ibón también se llama de Ordicuso o de las Ranas. Pronto sabré por qué de este nombre. De pronto, precisamente una rana, posiblemente de la especie pirenaica, – (rana pyrenaica) descubierta en 1.993, que hay que distinguir de la bermeja (rana temporaria) porque las patas traseras son más largas en proporción que las de la rana bermeja- se deja ver en el agua. Le hago un par de fotos. Hay suerte, se está quieta.
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La idea es llegar hasta el otro ibón, el inferior, que está en una cota de nivel más baja y recorrer sus orillas admirando tranquilamente el paisaje que nos rodea y disfrutando del momento.
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Antes de alcanzar el ibón inferior me doy la vuelta y hago una foto. Aquí se ve claramente el camino por el que vinimos. He marcado con líneas discontinuas el camino que va por detrás del montículo y luego con línea continua el camino hacia el primer ibón. Son las 11:48 horas.
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La vista de 360 grados es impresionante. Al frente, los picos de los dientes de los Batanes (2.885 m), es una montaña muy fácil de reconocer porque parecen los dientes de un serrucho, la Peña de Xuans (2.838 m), Cerro Gascón (2.517 m) , el pico Lavaza (2.767 m), l el pico Cara Costa (2.509 m) el pico Punta del Puerto (2.732 m) y el Pico Baciás (2.754 m) justo encima de los ibones de Brazato.
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En los prados que lo rodean hay flores de diversos tipos. Campanillas, lo que parece una especie de diente de león y otras flores amarillas, además de orquídeas.
También tengo la oportunidad de fotografiar alguna mariposa libando el jugoso néctar. Y es que ya se sabe, donde hay flores, hay insectos casi siempre. Son flores del cardo de montaña y la mariposa ya es una antigua conocida mía, la Argynnis paphia.
También aparece junto a mí una lagartija parda (Podarcis liolepis). Es curioso, este reptil ha colonizado todos los ambientes posibles, adaptando el color de sus escamas al entorno donde habita. Las he encontrado en todos los lugares por donde he caminado, da igual que sea en el paisaje estepario que en el frondoso Pirineo, están siempre en todas partes.
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Pero hay un insecto en particular que me llama la atención. No tiene un aspecto especialmente alentador. Está posado sobre una roca de granito blanco moteado, como el de las encimeras de las cocinas, y que además tiene líquenes pegados por doquier. Parece una araña alada, con un par de enormes ojos y pelillos rodeando la parte inferior posterior del abdomen y patas, además parece tener un pequeño aguijón en la parte delantera. Recuerda levemente a un abejorro. Espero que no se dedique a picar a ninguna persona. ¿Qué es? pues una mosca depredadora, la conocida como Laphria flava.
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Esta gran mosca puede alcanzar los tres centímetros de longitud. Presenta una coloración oscura, hasta negra, y unas patas muy peludas, que emplea para sujetar a sus presas que capturan en vuelo. Las matan picándoles con su probóscide esclerotizada, y les inyectan unas enzimas que disuelven los órganos para luego succionarlos.
Pero eso no es todo. El espectáculo para el que quiera ver continúa. Cerca de la orilla del ibón, bajo el agua, veo los típicos renacuajos, algo lógico donde hay ranas, pero al lado, algo más amenazador por su aspecto y que se mueve despacio aparece. La verdad es que es grande. ¿Qué es?. Es una ninfa de libélula.
La mayor parte de la vida de las libélulas se pasa en el estado larval bajo la superficie del agua, usando las branquias internas para respirar y usando mandíbulas extensibles para capturar otros invertebrados o incluso vertebrados como renacuajos y peces. Ninfas y renacuajos. Lo malo es que los últimos son su comida. La esperanza de vida oscila entre unos 6 meses y más de 7 años (la mayor parte se pasa en la etapa de ninfa – el adulto vive sólo unas pocas semanas). Cuando parece detectar mi presencia, se mueve más rápido y desaparece bajo una piedra.
Continuamos nuestro paseo por la orilla del ibón inferior de Ordicuso, hacia el noroeste nos acompañan las cimas que hemos visto durante toda la mañana, pero ahora el sol les da de pleno.
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Terminado el paseo por los ibones es hora de retirarnos. Son las 12:10 horas. Pero no vamos a volver por el mismo camino por el que hemos venido. La idea es subir una de las laderas que está al lado del ibón inferior e internarnos en un bosque desde el que, según nos ha dicho un senderista, podremos ver en altura el valle por el que hemos llegado al Balneario.
A mí me parece una buena idea así que nos dirigimos hacia allá. Además el tener árboles cerca implica disponer de sombra, y llevamos un montón de rato sin poder resguardarnos bajo una. A medida que subimos quedan los ibones mucho más abajo.
LLegamos tras una pequeña ascensión al bosque y las vistas desde ahí son impresionantes. Descendemos algo por la ladera hasta que aparecen los cortados y el continuar sería temerario. El suelo está todo tapizado de verde, pero no lo cubre hierba, sino unas plantas que desconozco cuáles son. Nunca había visto algo así. De pronto me suena el móvil con varios avisos. Hay cobertura en este punto. Aprovecho para mandar algunos whatsapps para decir que estoy bien. Son las 12:35 horas. Nos quedamos un rato en la sombra, bajo un árbol. Bebemos agua y continuamos.
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Si que es cierto que se puede ver toda la mole que está encima de la carretera del Balneario que se coge desde Panticosa pueblo. Hay bastantes canales de derrubios que bajan desde lo alto de los picos y se cuelan entre los árboles dibujando lo que parecen caminos grisáceos. Posiblemente por ahí en invierno caigan avalanchas de nieve. Esa imagen parece una enorme ola, como un tsunami gigantesco, como cuando en las olas del mar se dibujan esas rayas también en la parte interior del arco que forman. A mí por lo menos me lo recuerda.
Mirando con detenimiento, veo, en la parte de abajo, lo que parece un puente. Debajo de estas líneas marco con una flecha roja la estructura. En la siguiente, una foto que hice con el zoom de la cámara. Aquí se ve perfectamente que es un puente de piedra.
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Volvemos sobre nuestros pasos. Son las 12:55 horas. En vez de volver por los ibones, bajamos monte a través con lo que ahorramos un tiempo precioso. Aún pasamos cerca del ibón inferior pero nos vamos alejando hacia la derecha descendiendo continuamente. Son las 13:10 horas.
Al principio no hay senda. Vamos bajando guiándonos por la orientación, pero siempre con los puntos de referencia bien claros. No hay posibilidad de pérdida. Después ya enlazamos con un camino bien marcado que posiblemente sea un atajo que utiliza la gente como vía alternativa para subir a los ibones.
Este camino finalmente enlaza con el de la mañana. Seguimos el torrente pero a la inversa. Vamos por el lado derecho y luego nos cruzamos al izquierdo por las mismas piedras que utilizamos por la mañana. Todo es lo mismo pero al revés.
Llegamos a la Majada Baja de las Argualas, pasamos junto a la piedra donde paramos a descansar y ya nos internamos en el camino de piedras que nos llevará al Balneario. Al bajar no se nos hace tan duro como al subirlo, pero también se nota el esfuerzo en las rodillas,así que extendemos los bastones a su máxima longitud para que nos ayuden en el descenso.
LLegamos a la zona del camino que se abre y permite ver el Ibón de Baños y el Balneario. Hay turistas haciéndose fotos. Nosotros hacemos y nos hacemos unas cuantas. La luz ha cambiado y la montaña con ella también. Son las 14:18 horas.
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Seguimos bajando y nos internamos en el bosque que subimos por la mañana. Ya no hace ese calor húmedo y espeso que tuvimos que sufrir. Llegamos a la altura de la Fuente de la Laguna y entramos. No huele muy bien. No sé si por la composición del agua en sí, o por la que hay retenida en el suelo. Se ve la fisura en la roca desde donde sale el agua. De todas formas hacemos una foto del interior y nos vamos sin probarla. Son las 14:30 horas.
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Enseguida estamos en la pradera y de ahí vamos bordeando el Ibón de Baños. Un gran ibón en comparación con los que acabamos de visitar. Ya hay coches incluso donde no había por la mañana, en la carretera que bordea el ibón. Para otra ocasión ya sabemos que se puede aparcar ahí sin problemas.
Al final a las 14:36 llegamos a la zona donde hemos aparcado. Si por la mañana había coches, ahora aún hay muchos más. Esta todo a rebosar. Nosotros llegamos al nuestro. Nos cambiamos de calzado y mientras lo estoy haciendo noto un pinchazo. Una especie de mosca grisácea como si fuera un tábano se ha puesto a picarme debajo de la rodilla. Rápidamente de un manotazo me la quito de encima, aunque le da tiempo a chuparme algo de sangre. Después me saldrá el abón, total uno más ya no me importa.
Bueno pues ya hemos visto los ibones. Ha sido una buena jornada de verano pero todavía no ha acabado. Queremos ver unas cuantas iglesias del románico de la zona del Serrablo, pero antes decidimos comer algo en Panticosa y dar una vuelta por el pueblo. Hay que descender unos cuantos cientos de metros por la carretera de las curvas con forma de herradura.
Finalmente,llegamos al bonito pueblo de Panticosa a 1.185 m de altitud. Aparcamos en la parte de abajo, junto al telesilla de los lagos. Vamos a ver si encontramos un sitio donde comer algo. Son las 15:10 horas. ¿Nos atenderán? un poco tarde parece.
Vamos subiendo por las calles del pueblo y cinco minutos después de haber aparcado encontramos una cafetería abierta donde sirven de comer. Para un tentempié nos sirve.
Además hay menú desde 4 euros, un precio muy asequible para lo que queremos. Se llama Los Copos, así que si vais por ahí, la calidad de lo servido y el trato fueron buenos. Además comimos en la calle, bajo unas amplias sombrillas y con una brisa muy agradable. Se estaba genial.
Una vez que hemos comido y descansado algo acompañados de un buen café con hielo, decidimos, antes de marchar, dar una vuelta rápida por el pueblo. Hago un montón de fotos, os dejo a continuación una amplia selección y os voy explicando para que os hagáis una idea de cómo es.
Las calles son amplias y los edificios son muy bonitos, con detalles cuidados. Tienen los tejados de pizarra y en algunos de sus balcones hay flores. Otras tienen pequeños jardines junto a la puerta de entrada.
Muchos edificios tienen buhardillas acristaladas, con detalles en madera. Las paredes a veces en piedra, otras en estuco, pero en muy buen estado de conservación. Todo el pueblo está impoluto.
Llegamos hasta una fuente, junto a la iglesia. Encima de ella hay unas casas y al lado unas esculturas de unas vacas. También cerca hay otra escultura de un esquiador colocada sobre una gran piedra. Hace años no estaban.
En la fuente rellenamos las botellas de agua y además aprovechamos para refrescarnos. El agua está buenísima, se nota que es pura, de alta montaña.
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En general el pueblo es muy bonito, está muy cuidado y se nota que orientado totalmente hacia el turismo aunque ha sabido conservar su imagen tradicional de pueblo de montaña.
Yo ya conocía Panticosa, son muchas las veces en las que he estado por aquí, a lo largo de los años, pero esta vez lo noté muy cambiado, hay más casas y hay zonas que las han mejorado y con bastante buen gusto, por cierto.
Ya vamos volviendo al coche y el paisaje se abre permitiéndonos ver el horizonte y las casas en primer plano. La silueta de la Sierra de Partacúa se recorta contra el cielo. Volvemos a pasar por delante de donde hemos comido y nos vamos despidiendo de esta bonita localidad del Alto Gállego.
Son las 16:24 y nos vamos ya. Ahora vamos a ver las iglesias del Serrablo. Empezaremos por Gavín, pero esto es ya otra entrada de mi blog. Prepararé un relato dedicado a estas iglesias, que visité parte en esta excursión y parte en otra. Cuando terminamos el recorrido del románico, al menos parcialmente, volvimos a Zaragoza. Aparcaba en mi garage a las nueve de la noche, pero como digo, esto ya es otra historia.
En las fotos siguientes os dejo el perfil y el recorrido de la excursión que como siempre me fabrico con el google earth. Son pocos kilómetros lineales pero sí que como os he contado hay que salvar bastante desnivel.
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Ha sido un buen día de excursión, y sobre todo otra ración de naturaleza y salud. Como dice el slogan de una conocida agencia de viajes «las vueltas dan mucha vida». De eso se trata, de no perder nunca la ilusión y las ganas de vivir experiencias sanas y de moverse, por eso llamé yo a este blog «momentum» que significa movimiento, aunque también impulso, momento, en fin, el caso es quitarse la pereza, y aunque ya vayamos cumpliendo años, mantenerse siempre activos y que podamos seguir maravillándonos con el mundo que nos rodea. Hasta la próxima entrada, espero que os haya gustado.