Por los cortados del pantano de Mezalocha hasta el poblado de Aylés.

Hola de nuevo a todos los seguidores de mi blog. Os dejo aquí una excursión que he realizado recientemente (12-05-19) completando otra etapa pendiente en el entorno de Mezalocha y su zona. Ya será la tercera vez que visito este paraje, y aún me quedaría una cuarta excursión con la que daría por terminada toda la «hoja de ruta» que me he propuesto realizar por aquí.

Esta caminata, aunque no muy larga en distancia -unos 10 km en total- sí fue muy entretenida pues la mayoría de la marcha se hizo en altura, a verdadera vista de pájaro – o de buitre- pues había un montón de ellos, en la que pudimos disfrutar de unas vistas magníficas del pantano y de las paredes de roca caliza que forman el vaso del mismo, entre ellas de la famosa Peña del Moro.

No voy a explicar el entorno ni la orogenia del lugar ya que lo hice ampliamente en otra de las entradas de este blog : «Ruta del Huerva, de Muel a Mezalocha. Pantano, Mirador del hocino y más allá-«.

El trayecto total y el perfil de elevación que fue de un máximo de 590 metros sobre el nivel del mar.

La excursión de hoy va desde la parte alta del pueblo de Mezalocha, hasta pasado el poblado de Aylés, prácticamente toda en altura, al menos la primera parte, caminando por los cortados que dan al pantano. La vuelta sin embargo, y para no repetir y tener otra perspectiva del paisaje, la hicimos por la zona baja, pegados al pantano y con las rocas por las que habíamos caminado horas antes por encima de nuestras cabezas. Como podréis ver en las fotos panorámicas que iré poniendo en esta entrada del blog, las vistas eran como poco, espectaculares.

El terreno era irregular, pedregoso a veces, con subidas y bajadas, que se alternaban con zonas más llanas. Es mejor ir con calzado de montaña que sujete bien los talones para evitar torceduras. Y los palos de marcha también muy recomendables para guardar el equilibrio. El tiempo fue muy ventoso, en este sentido algo incómodo, aunque por lo menos, hizo sol. De todas formas ya estamos acostumbrados.

Esta vez pudimos contemplar desde el lado oeste del pantano, esto es, la margen izquierda, toda la pared que teníamos enfrente, y que anteriormente habíamos recorrido hasta el mirador del hocino, recorriendo la senda a los pies de la Peña del Moro, que como ya expliqué, es zona de escalada. Pero no quiero adelantar acontecimientos. Tengo mucho que contar y quiero hacerlo en orden y aportando toda la información posible por si alguien se anima a realizar la misma caminata algún día.

El día empezó llegando hasta el pueblo de Mezalocha en coche, esta vez no lo aparcamos en Muel, como la vez anterior, para llegar hasta el pantano caminando,sino que directamente nos fuimos hasta el propio Mezalocha, pues la excursión iba a ser muy diferente.

El recorrido por la autovía mudéjar te lleva hasta el desvío a Muel y luego a Mezalocha ya por carretera comarcal. Dejando propiamente el pueblo a la izquierda, y sin llegar a entrar en él, sigues por la carretera y como a unos 300 metros hay un desvío, también a la izquierda, en forma de camino de tierra, que, bordeando los campos de cereal , llega a una especie de depósito de agua, un edificio cuadrado de cemento en una zona algo elevada. Se ve perfectamente.El camino sigue, pero nosotros no.

El coche se puede dejar a un lado, cerca del depósito. No impides el paso. Esta vez le ha tocado a mi amigo Ángel, que me acompaña en la excursión, coger el suyo. Nos vamos turnando con el coche. Nos pertrechamos con las mochilas y demás impedimenta «montañera» e iniciamos la marcha.

Casi cegados por el sol, nos hacemos la foto (selfie) y empezamos la marcha. A ver que tal se presenta el día.

No hemos ido nunca por aquí, ni Ángel ni yo mismo, así que nos guía en parte la intuición a la hora de orientarnos, pues no hay senda ni camino definido. Mejor, más divertido. Pero siempre con prudencia. Sabemos que tendremos que caminar cerca de los cortados.

Lo primero que hacemos es cruzar un par de lomas, y atravesar algún pequeño valle desde donde se puede ver el pueblo y a lo lejos también se puede divisar la montaña que está antes de llegar a Muel y que presenta esa curiosa mordida en su relieve, por culpa de una cantera.

Vamos subiendo y el pueblo de Mezalocha que antes veíamos completo, va desapareciendo hasta que por un curioso efecto óptico sólo se puede ver la torre de su iglesia que parece emerger solitaria de un mar de campos. Esto es porque el pueblo de Mezalocha está edificado abajo, en una vaguada, respecto a la cota en la que nos encontramos.

Foto del pueblo hecha a la vuelta, por la tarde, la luz incide desde la izquierda. Hicimos la cara oeste del pantano.
Este pueblo está encajado entre lomas, supongo que cuando se fundó, en su origen, buscarían protección
A medida que íbamos subiendo, el pueblo se esfumaba. Parecía que no había más que una torre en medio de la nada.

Al poco de empezar a caminar, ¡sorpresa!, unas cuantas cabras montesas nos observan. Ya vimos la vez anterior un par, pero es que ahora es todo un rebaño. Nos sorprende que nada más empezar la excursión ya podemos contemplar con tanta facilidad fauna de la zona. Nos miran, tan asombradas ellas con nosotros como a la inversa, y al rato deciden marchar todas juntas más allá del horizonte,donde ya quedan ocultas a nuestra vista. No será la última vez que veamos cabras en esta excursión. Pudimos hacerles algunas fotos antes de que se fueran.

Continuamos caminando hasta que llegamos a los cortados. Hace aire, mucho, pero esto no nos impide disfrutar de las vistas. La temperatura es fresca pero agradable. La visión es impresionante, o al menos eso nos parece. No es el Pirineo, pero precisamente por eso sorprende encontrar estos parajes tan cerca de Zaragoza capital. A parte de por su agreste belleza, también es espectacular por lo singular del entorno. Se puede ver todo el murallón de enfrente perfectamente. También la Peña del Moro, que bordeamos por su base en la ruta que seguimos la vez anterior, cuando recorrimos toda la orilla del lado este del pantano.

En esta panorámica se puede ver toda la ruta que nos espera, a la derecha de la foto, y más allá del horizonte visible

El color del agua es azulado o verdoso intenso, dependiendo de como le da la luz, las cuevas excavadas en la roca caliza durante miles de años se aprecian en todo su esplendor, incluso se divisa una en particular a la que nos quisimos acercar en esa caminata anterior y que ahora se ve en la distancia con una perspectiva diferente.

Estamos a vista de pájaro. El pantano, la presa, los campos de cultivo, todo se ve pequeño, abajo, como una maqueta de ibertren. Como suele pasar siempre, las fotos no le hacen del todo justicia,pero pueden dar una idea de cómo es aquello.

El primer tramo del recorrido ya es de por sí impresionante por la altura que se alcanza respecto al pantano y también por la vista tan abierta y amplia del horizonte que lo hace majestuoso. El recorrido inicial no es duro, ya que se va avanzando por un terreno semiplano, eso sí, en una suave pero progresiva ascensión. El agua de la superficie del pantano este día formaba olas. Y no es de extrañar, porque por por los riscos, el viento pegaba de lo lindo, aunque también es cierto, por esa curiosa configuración que a veces presentan los montes, a ratos la calma era total, dependiendo de donde te encontrabas, y si estabas al socaire, protegido por alguna depresión puntual del terreno lo cual suponía un alivio.

Caminando por los cortados, con mucho cuidado, pues una racha de viento te puede dar un buen susto

Algunas de las fotos que nos hicimos las sacamos con el palo de selfie, otras con un pequeño trípode que tengo -que es como un bolígrafo de largo- de tres patas, que se pueden doblar sobre sí mismas y agarrar a una rama o cualquier cosa que sea susceptible de aguantar el peso de la cámara, ya sea un arbusto, una rama, una piedra…lo que pasa es que el viento hacía mucho más difícil esta labor. Y otra cosa que es de sentido común, con aire o sin él, te puedes acercar a los cortados, pero con mucho cuidado, ya que están muy expuestos.

Mi amigo Ángel junto al cortado, y más abajo, la presa y el pantano de Mezalocha

Lo que está claro es que todo lo que nos rodea, desde aquí, adquiere a la vista una dimensión diminuta. A vista de pájaro… Seguimos avanzando por los cortados y a medida que vamos haciendo camino las vistas van cambiando, y se van ampliando. Desde cada punto hay una perspectiva diferente del terreno que hay más abajo.

La presa, abajo, parece de juguete. Estamos en el borde justo de la pared de roca.
La foto anterior está sacada desde lo alto de la roca que se ve a la izquierda
La margen derecha. Se puede apreciar en la base de la pared la fina línea que es la senda que recorrimos la otra vez.
La presa, el pueblo de Muel, al fondo en el horizonte, junto a la zona verde, y detrás el recorrido que ya hemos hecho.
Esta foto que hice de otra excursión desde la orilla izquierda deja ver lo que ahora hemos recorrido en el primer tramo

Durante todo el tiempo que hicimos la excursión pudimos ver planeando por el cielo muchos buitres. Se les ve volando, oteando, aprovechando las corrientes de aire, y posándose en las oquedades donde tienen sus nidos. Nos observan y sobrevuelan, a veces más cerca de nuestras cabezas, otras más lejos. Pero aún con todo son dificilísimos de fotografiar. La rapidez de sus movimientos, el aire que nos zarandea, y el reflejo del sol, nos dificulta la tarea de enfocar la cámara. Aún así, conseguimos hacerles algunas fotos .

Nos encanta contemplar como evolucionan estas aves por los cortados y podemos adivinar, al seguirlos con la vista y ver donde se posan, el lugar donde tienen sus nidos, y con el zoom de la cámara acercarnos a ellos y sacarles algunas fotos. Están encaramados a las rocas, que se tiñen de ese color blanquecino que adquiere la piedra del entorno donde habitan y que se debe principalmente a los detritos que generan estas aves carroñeras.

Los buitres en sus zonas de anidada. Sus desechos tiñen de blanco las rocas donde se asientan
En esta foto se pueden apreciar hasta nueve buitres que he rodeado con círculos.

Al ir caminando otra cosa que nos llama la atención es la erosión que presentan algunas piedras. Las gotas de agua de la lluvia azotadas por el viento han ido haciendo unos canalillos en su superficie dejando unas marcas muy visibles que parecen arañazos.

Como siempre hacemos cuando salimos de excursión, nos tomamos nuestro tiempo en disfrutar de las vistas. Hacia el norte, el pueblo de Muel se divisa a lo lejos, y por supuesto, la presa y el vaso del pantano. Hacia el sur, el resto de los murallones a ambos lados del embalse y la ruta que vamos a seguir. Sigue sin existir un camino claramente definido . Así que aquí se puede aplicar literalmente el dicho : «caminante no hay camino, se hace camino al andar«.

Con el palo del selfie, y como buenamente se pudo (el aire nos lo ponía difícil) nos hicimos la foto de rigor. A nuestra espalda, lo que ya llevamos caminado por la parte alta de los riscos.

Seguimos caminando, unas veces subimos lomas, otras descendemos, pero para enseguida volver a subir. Claramente vamos ganando altura a medida que avanzamos. No hay excesiva dificultad en la ruta en cuanto a exigencia física, para el que está acostumbrado a caminar con regularidad.

Lo realmente interesante a medida que vamos progresando es contemplar en toda su plenitud la pared rocosa de Peña del Moro que se nos presenta justo enfrente, en la orilla izquierda del pantano. Desde aquí vemos claramente lo que anteriormente en otra excursión sólo podíamos intuir, pues caminábamos a sus pies para llegar al Mirador del hocino.

La Peña del Moro, por debajo de ella y hasta el Mirador del hocino fuimos la otra vez. Ahora la tenemos justo enfrente
Los cortados se asoman desafiantes al pantano que está bastantes metros por debajo

La Peña del Moro, con sus 90 metros aproximadamente de pared y lugar habitual de escalada se deja ver completamente. Se puede observar también la gran ladera de glera en su base, fruto del fenómeno geológico de la meteorización o fragmentación de la roca a lo largo del mucho tiempo, causada principalmente por los cambios de temperatura y humedad continuos y los agentes biológicos.

Seguimos la marcha. No hace calor, pero tampoco demasiado frío. La temperatura, a pesar del viento que nos azota, es buena, aunque no sobra la manga larga ni el forro polar.

Como he dicho ya antes no hay sendero y todo el espacio disponible es nuestro camino. Al rato podemos observar desde lo alto como el pantano entra en un barranco, tierra adentro, formando una lengua de agua color turquesa que tendremos que superar para seguir la ruta. Estamos animados, y disfrutamos mucho de las vistas y del entorno. Si no tienes vértigo, la excursión es muy recomendable.

La Peña del Moro, destaca en la otra orilla. A nuestros pies, la lengua del pantano que entra en la tierra

Como puede verse en la foto sobre estas líneas, hay que continuar al otro lado de la lengua de agua. Y precisamente ésta entra en el terreno porque hay un pequeño barranco que tendremos que superar. La pared queda cortada y tenemos que descender hasta un pequeño valle por el que a media altura discurre un camino agrícola apto para vehículos 4×4 y que suponemos sirve para acceder a unos cultivos que se extienden sobre unos terrenos próximos al pantano. Son las hileras de árboles, perfectamente alineados que se ven desde lo alto en las fotos.

Foto rescatada de otra excursión anterior pero tomada desde la orilla de enfrente. Lo que vemos detrás nuestro es por donde vamos ahora, se aprecia la lengua del pantano que entra en el valle al que hemos descendido, el camino rural a media altura y la loma que volveremos a subir para retomar la marcha por la zona alta de los riscos.

Como dije antes, no iba a ser la última vez que viéramos cabras montesas, y antes de empezar a descender, un ejemplar solitario de cabra montesa hispánica surge trepando por los riscos. Se fija en nosotros, que acabamos de aparecer. Al poco rato pierde interés y se va por donde ha venido.

Este cambio en la orografía del terreno supone otra vez un alivio en cuanto al viento se refiere, porque nos permite ponernos otro rato al socaire y se agradece, pues llevamos toda la excursión azotados por el inclemente elemento.

Hay que cruzar bajando más allá de la pista para vehìculos y luego volver a subir la loma que se ve en la foto
Foto que me hace Ángel, en la que salgo yo fotografiando alguna de las tomas que he puesto aquí.

Descendemos pues hacia el fondo del barranco. Previamente hemos alargado la longitud de los palos de marcha pues esto es muy útil para bajar y evitar peligrosos resbalones además ayuda mucho a mantener el equilibrio y la espalda más bien recta y no sufren tanto las rodillas. Al llegar abajo nos encontramos con una nueva sorpresa. Una cabra muerta. Sólo quedan algunos huesos y el pelaje. En la naturaleza nada se desperdicia. Todo cumple su función. Un banquete para los abundantes buitres de la zona.

Esta cabra montesa ya no trepará mas.

Entre tanto tomillo, romero, arbustos y vegetación más bien de secano, también aparecen notas de color, alegra la vista encontrarse con florecillas silvestres, al fin y al cabo estamos ya en primavera.

Azul para atraer a los insectos a libar el polen que les permitirá seguir existiendo, otro año más.

Descender ha resultado relativamente fácil. Pero como se puede suponer, luego nos toca subir. El ascenso que nos espera es bastante pronunciado, así que decidimos utilizar el método del zig-zag, que aunque un poco más costoso en cuanto a tiempo de marcha, es mucho más cómodo. Los palos, esta vez, toca acortarlos. En subida son muy útiles para impulsarte y evitar caídas.

Ya hemos subido la mitad de la loma. Podemos ver, a la izquierda en la foto, el peñasco del que hemos bajado

Una vez arriba ya, nos recibe de nuevo nuestro viejo compañero, el viento, o aire, como se dice en Aragón. Con toda su fuerza. No sé si es porque venimos de zona de calma o es que me lo parece a mi, pero yo diría que ha arreciado. ¡Qué le vamos a hacer!. Es lo que hay. El viento, que no es otra cosa que el aire en movimiento, no cesa. Las gorras nos las ajustamos bien prietas a la cabeza, no sea que se nos vayan a volar con una racha fuerte. Ahora podemos ver los campos y la lengua de agua que entra en el barranco, pero esta vez tras de nosotros, y no enfrente, como antes. Una nueva perspectiva.

En estas dos fotos se puede observar la altura alcanzada sobre el pantano y el recorrido ya hecho hasta llegar aquí.
El camino que da a los campos de cultivo y en general todo lo que alcanza la vista ¡qué pequeño se ve desde lo alto!
Con el palo del selfie para cámaras compactas que hay sujetar con ambas manos. El aire no deja de zarandearnos

Otro de los alicientes para hacer esta ruta, y esto era algo que nos apetecía bastante,era comprobar como se veía el Mirador del hocino desde las alturas de la margen derecha. Y desde aquí se observa perfectamente. La montaña nos enseña la cicatriz que el agua durante tal vez miles de años fue excavando en su superficie formando curvas, barrancos y desfiladeros. Hocino es el terreno que queda entre el cauce de un río y la montaña. Si se quiere ver cómo es «in situ» podéis ojear la otra entrada del blog que lo menciona.

El Mirador del hocino.
Aquí caminando por los riscos. A la izquierda de la foto , en la otra margen, el Mirador del hocino.
El Mirador del hocino, Desde aquí parece mucho más seco y retorcido.

Último vistazo al mirador desde nuestra posición

Y seguimos avanzando. Todavía en altura. Veo una roca erosionada que sobresale, en punta, me llama la atención. Es como un «mallo» en miniatura. Le hago una foto.

Un «puro» como el de los mallos de Riglos, en miniatura. La erosión del terreno es caprichosa
Mezalocha, el pantano, los árboles, los cultivos. Tierra seca, pero tiene algo especial.

Pero lo que se presenta ante nuestros ojos es tan extenso para que el angular de la cámara lo abarque entero que lo mejor es hacer una panorámica como la que incluyo después de estas líneas. ¿Cómo sería esta zona sin el embalse? Imagino que un típico valle fluvial, en el que tal vez el río Huerva, que hace miles de años sería un río mucho más caudaloso, fue dando forma a la roca caliza que ahora sirve de vaso al pantano.

Panorámica. A la izquierda de la imagen, se ve el mirador del hocino, donde entra un poco el pantano hacia el monte.

Sigo fijándome en todo lo que me rodea y en detalles curiosos. Justo en el borde del pantano parece que los árboles se animan a progresar. Las raíces tienen el agua próxima. Lógico. Nada se desarrolla al azar.

La «costa» del pantano de Mezalocha. Se ve algo del camino que usamos a la vuelta

Todo lo que se puede ver en las paredes de enfrente está carcomido por el agua. Un proceso lento pero constante que ha esculpido concienzudamente todos estos relieves que ahora podemos observar.

Pero lo realmente sorprendente son las cuevas que se han formado por la disolución de la roca caliza. Hay una que me llama poderosamente la atención. ¿Qué es eso? No lo ha hecho el hombre, por supuesto. Por lo perfecto de la forma que tiene esa entrada oscura me recuerda a la boca de un túnel, quizás del ferrocarril o vete tú a saber. Desde luego ha logrado despertar mi imaginación.

Retorcido y áspero. El agua y la caliza se combinan para hacer este relieve tan particular.

Continúa la marcha. No hay tiempo para aburrirse. A medida que se va progresando, el paisaje cambia. Justo al nivel de nuestros ojos, toda la pared de enfrente nos enseña las cicatrices que el agua, con el paso del tiempo, ha creado sobre la roca. Y en su base, a parte de la típica glera por meteorización, el pantano dibuja una leve curva, como un río de tamaño mediano que va siguiendo las curvas de nivel del terreno circundante. A continuación, lo flanquea una amplia zona de campos de cultivo.

Aquí el embalse hace un giro. El aspecto es como si fuera un río ancho.

Llegamos, según vamos apreciando, a un tramo final para terminar la zona en altura. Si queremos alcanzar a la cola del pantano y visitar el poblado de Aylés, antes habrá que bajar. Al fondo, en el horizonte, ya se ve una gran zona verde, arbolada.

Ultima parte de la excursión pero aún nos queda un tramo que recorrer hasta alcanzar la parte baja
Última loma para acabar el recorrido en altura. Al fondo, se ve la carretera, junto a los árboles
Esta foto es justo la contraria a la anterior, ya hemos superado lo que se ve. Venimos de allí.

Al reanudar la marcha, Ángel ve algo oxidado en la roca. Parece una antigua plaqueta para escalada. Está muy deteriorada, clavada en una roca…¿cuánto tiempo llevará ahí? a saber que escalador lo dejó .

Nos hacemos un selfie, con el fondo curvado del final del pantano y la pared erosionada que tenemos a nuestra espalda, y seguimos adelante.

La cola del embalse. Estamos ya en el tramo final. Lo que sigue será ya río.
Vayamos por donde vayamos, lo que hay que reconocerle a esta excursión son las formidables vistas en altura

Ahora sí que se ve el poblado de Aylés (a la derecha, junto a la mancha verde en la foto) y también el cauce del río, unos cuantos metros más abajo, antes de convertirse en el pantano propiamente dicho.

Selfie con el río Huerva unos cuantos metros más abajo.
Al fondo, todos los viñedos y el poblado de Aylés, nuestro próximo objetivo.
Aún hay que bajar un buen trozo.
La altura en los últimos riscos es todavía considerable. Por esta pared que se ve en la foto, bajaría seguramente el montañero que dejó la plaqueta que hemos descubierto toda oxidada, clavada en la roca.

Los buitres siguen merodeando por los alrededores. Consigo hacerles alguna foto más. Una de ellas, ¡qué casualidad! con el poblado de Aylés de fondo.

Un buitre «cazado» por mi cámara justo cuando volaba cerca del poblado de Aylés.

Finalmente ya hemos dejado los cortados que dan al pantano. Nos dirigimos a una zona de campos. El monte ya describe una suave pendiente que nos dará acceso a la carretera que cruza el río por un puente y que permite pasar al otro lado.De pronto, Ángel encuentra una pluma de buitre en el suelo. Se la pone en la gorra, igual que un guerrero indio, un par de fotos para que se vea como le queda. Y a seguir.

Aún se ven cortados, de dimensiones mucho más pequeñas en la margen izquierda del Huerva

Como he dicho el objetivo es Aylés. No nos daremos la vuelta hasta que lleguemos y podamos verlo. Vamos bien de tiempo. Además allí hay unas bodegas que llevan fama por sus caldos. Al menos intentaremos verlas desde fuera. Tenemos curiosidad por ojear de cerca ese edificio enorme que en la lejanía y con el zoom hemos fotografiado con anterioridad tantas veces.

Las bodegas Aylés y sus viñedos , la carretera y el poblado

Cuando ya vamos de bajada, y para acceder a la carretera que nos permitirá superar el río Huerva y pasar al otro lado, como he dicho, no nos queda otro remedio que atravesar por un lateral, un campo de trigo, aún algo verde. Intentamos no estropear nada, pisando con cuidado, entre los surcos del sembrado. En un momento determinado, la imaginación de Ángel, nos transporta a la película Gladiador, así que nos da por emular a Russell Crowe, interpretando a Máximo Décimo Meridio, en una escena en la que pasa la mano rozando las espigas de un campo de trigo, en Hispania. El buen humor no nos falta. Estamos animados y vamos completando los objetivos de la excursión.

Por el lateral del campo, ya en suave descenso hasta la carretera
Tramo final que dejamos atrás. Estamos casi ya en la zona baja

Poco a poco tenemos la carretera a la vista y el puente que la cruza sobre el río Huerva que es el que vamos a utilizar también nosotros para pasar al otro lado.

Ya vemos el puente de la carretera sobre el Huerva

Se da la circunstancia de que toda la zona se encuentra vallada, por eso el que quiera iniciar la excursión por el lado izquierdo del pantano, bajo la Peña del Moro, no podrá hacer la travesía circular, volviendo por donde nosotros hemos venido, porque no se puede pasar.

Una valla cierra toda la propiedad de los viñedos en Aylés. No se podría acceder a la margen derecha del pantano si sigues la ruta por la base de la Peña del Moro. Una pena.

Desde el puente, otra sorpresa. Al otro lado sigue el lógicamente el río Huerva, pero ¡si parece un riachuelo de nada!. Son increíbles los contrastes que te puedes encontrar en el camino, eso sí, ha excavado una buena trinchera en la roca que ha tenido que superar.

Bueno y en este punto vamos ya caminando por la parte izquierda de la carretera, por el arcén. Atentos y con cuidado pero la verdad es que el tráfico es escaso por no decir que casi nulo.

Al rato, no mucho, ya vamos viendo de cerca el edificio de las bodegas. La verdad es que es de una fábrica estupenda, y tiene un porte muy señorial. ¿Falcon Crest? No, Aylés, se nos ocurre esta frase que nos hace reir. Y es que somos de aquella generación que de jóvenes o incluso de críos, vimos todas aquellas series americanas tan de moda que eran éxito en la tv de entonces cuando todavía no había tantos canales y todo el mundo veía casi lo mismo.

Lo siguiente en el camino es el propio Aylés. Nos imaginábamos un pueblo pequeño al que se podría acceder como a otro cualquiera, pero no, es privado. Esta cerrado. Debe ser propiedad de los viñedos. Fantaseamos con que quizás viva ahí la gente que se ocupa del lugar. Igual estamos en lo cierto. Aquí hay mucho dinero invertido.

Por encima del muro de piedra que hay justo al lado de la entrada del poblado, se puede ver a lo lejos la Peña del Moro.

Entrada, privada y cerrada al poblado de Aylés.
Desde aquí, la vista alcanza la Peña del Moro, sin embargo todo lo que está antes no se ve. Curiosa la perspectiva
Frente a la entrada del poblado de Aylés. Está cerrado. Esto no es un pueblo al uso. Es una propiedad privada.

Justo enfrente está la puerta de acceso a los viñedos y al edificio de las bodegas. Es de hierro, decorada con hojas de parra de metal. La verdad es que han cuidado los detalles al máximo. En los laterales pone Señorío de Aylés.

Aquí ya nos podríamos haber dado la vuelta, pero decidimos que queremos continuar a ver si se acaba la valla, pues otro día queremos hacer la ruta desde las alturas contrarias en la margen izquierda del pantano y queremos saber si hay posibilidad de salida o está vallado.

La carretera sube de cota un poco, y con ella la perspectiva que alcanzan nuestros ojos. Ahora con el zoom se puede apreciar la loma de la que hemos venido y que hemos bajado.

A medida que vamos ganando perspectiva sobre la carretera ya se puede ver el cortado del que venimos. Hay altura.

Seguimos pues avanzando por la carretera pero para nuestra decepción la valla sigue y sigue. A través de la misma podemos ver más de cerca la arboleda y el poblado que queda abajo, junto al río y los árboles. Hacemos algunas fotos. Tienen incluso una iglesia dentro del poblado. Al final, la carretera sigue y la valla también. Al llegar a una curva decidimos que ya hemos visto bastante, no podemos volver por el otro lado del pantano, además tal vez ya por la hora que se ha hecho no nos hubiera dado tiempo de haber sido posible. Meterse en terreno desconocido cuando ya no hay tiempo no es recomendable ni prudente. Comenzamos pues el regreso hacia Mezalocha y el coche.

El poblado de Aylés

Así que desandamos lo andado, y volvemos a cruzar el puente y a subir la loma, pasamos otra vez por el lateral del campo de trigo y llegamos a la parte alta de nuevo. Pero se nos plantea una disyuntiva. ¿Volvemos por el mismo sitio o por otro diferente? Una pequeña bajada hacia los campos de cultivo cercanos al agua nos permite elegir. Y nos decantamos por ésto último. Así la vuelta no se hace tan monótona y vamos por otra ruta diferente.

Decidimos acortar por la parte baja del pantano, hacia los campos de cultivo. En esta foto podemos ver la ruta .

A medida que vamos avanzando vemos cosas curiosas. Me llama la atención un árbol que ha crecido en medio de un montón de piedras. Desde luego, qué verdad es que la naturaleza no tiene a veces límites y que la vida se abre camino en los lugares más insospechados.

La naturaleza se abre paso, aunque sea entre las piedras

Pues bien, terminamos de descender por el camino que da acceso a los campos y nos metemos en un olivar. Ahora estamos en lo que hace unas horas se veía tan pequeño allí abajo, como puntos. Eran estos árboles entre los que nos encontramos ahora. Ángel ve una piedra un tanto extraña. Tiene unas marcas. ¡Es un fósil! Una concha ha dejado su marca en la roca. A saber cuántos miles de años tendrá. Nos habla de otras épocas pasadas. ¿Qué había aquí? ¿Un lago? ¿Un mar interior?. Me entusiasma el hallazgo.

Resulta que los pequeños árboles que se veían desde lo alto son olivos.
Mi amigo Ángel va y encuentra esta piedra. ¡Es la marca fosilizada de una concha! Esto fue un mar o un lago interior.

Así que seguimos por los campos. Las vistas de las paredes por donde hemos caminado hace horas, por la mañana, nos dan una visión de conjunto del paisaje y de la ruta que hemos seguido.

Por encima de todos esos cortados hemos caminado por la mañana. Ahora con la luz de la tarde parecen otros.

Vamos caminando y los cultivos se alternan. Hay también almendros. Al final accedemos a un camino agrícola.

Pasamos de los olivos a los almendros, que en esta época están especialmente cargados. Buena cosecha tendrán.
Entre almendros, al fondo la Peña del Moro
Cruzando los campos de árboles que se veían diminutos desde las alturas unas horas antes.

Una vez acabados los campos le propongo a Ángel acercarnos a la orilla del pantano a ver que se ve desde allí. Pasamos por un terreno sin cultivar y llegamos justo hasta el agua. Se puede ver una perspectiva diferente del Mirador del hocino y del terreno circundante. Nos hacemos algún selfie con el palo que llevamos para este menester. El aire no nos lo pone fácil.

El Mirador del hocino, a nuestra espalda, a ras de pantano.

Después del mirador llega la Peña del Moro. Nos volvemos a hacer otra foto y seguimos.

Otra perspectiva de la Peña del Moro. Cada vez que te desplazas, presenta perfil diferente.

Cuando terminas de bordear el pantano te encuentras otra vez con la lengua de agua que al principio y desde arriba, tal y como comentaba antes, se veía como entraba en una especie de barranco y que esta circunstancia nos obligó a bajar a un vallecillo y a superarlo, y nuevamente volver a subir la montaña. Ahora para nosotros está a ras de suelo e igualmente hay que dejarla atrás para seguir caminando, sólo que esta vez tenemos que llegar hasta el mismo punto donde termina el agua de meterse en el terreno para poder avanzar . El paisaje es también chulo y diferente. Hemos acertado no repitiendo el camino de vuelta.

Como un pequeño río turquesa, según le dé la luz del sol, que se retuerce, vemos esa entrada de agua que ahora vamos bordeando hasta que el terreno nos permite atravesarlo y así poder continuar.

Podría uno imaginarse a Clint Eastwood apareciendo por cualquier esquina de esta foto con su poncho y sus dos revólveres pegando tiros. ¿ O no?
Esta foto está hecha justo enfrente de la Peña, bordeando el agua.

Ya una vez atravesado, no hace falta volver a subir. El camino discurre por la parte baja, a los pies de las peñas que hemos recorrido por la mañana. Lo bueno es que con la luz de la tarde y desde otra perspectiva todo adquiere una visión diferente. Puedo ver con detalle las paredes con sus cavidades e incluso esa roca puntiaguda que había fotografiado desde arriba por la mañana.

Una foto con el zoom de la roca puntiaguda desde abajo.
Agujeros en la roca. Parece una caries en una muela, ¿verdad?
Caminando por la parte baja, no podía faltar la foto con la Peña del Moro de fondo, esta vez con la luz de la tarde
Con el sol de frente las peñas casi adquieren un color blanquecino en contraste con el azul del agua

Pero poco a poco el camino vuelve a acercarse cada vez más al pantano. Al final nos conducirá directamente a la presa de Mezalocha. Llega un momento en que es una pequeña senda a un paso de donde llega el agua. Hay plantas singulares, hacemos fotos. Una concretamente, que tiene florecillas amarillas es bastante rara.

Ya acabando la excursión, en su tramo final. El aire sigue soplando de forma constante. El camino va junto al agua

Pues bien, ya se ve la presa y las primeras paredes de roca que están justo al lado. LLegamos a nuestro destino, aunque aún quedará acercarnos al coche que está en la parte alta del pueblo de Mezalocha, junto al depósito. Para eso tendremos que subir por la pista de cemento con barandilla que se ve tímidamente en la foto y que va por la pared de roca.

La presa ya está a la vista. Ya estamos llegando
El agua y los montes al fondo, secos, desérticos. Esta zona, siempre, el eterno contraste

Hemos llegado a lo alto de la pista «civilizada» y desde ahí se puede ver la presa y el pantano. Una pared construida por el hombre, que aguanta miles y miles de hectómetros cúbicos de agua. Ya se rompió una vez. Da cierta inquietud pensarlo. Es de suponer que la reconstrucción fue hecha a conciencia y se aseguraron bien de que no volverá a ocurrir un hecho semejante.

Aquí se ve parte del recorrido aéreo que hemos hecho por la margen izquierda del pantano. La vuelta fue por debajo
De ahí atrás venimos….

Damos la vuelta y ya perdemos el pantano de vista y aparece de nuevo el pueblo. Desde arriba se pueden ver las casas y algunos detalles como una hornacina en una pared con lo que parece San Antonio.

La luz de la tarde le da al paisaje un tono amable que no tiene en las horas centrales del día. Por eso dicen que el mejor momento para hacer fotografías es al amanecer o al atardecer, Pero en casi todas las excursiones justo cuando vas llegando a los sitios interesantes no tienes otra luz que la del mediodía, con el sol muy alto, y la verdad, con contrastes muy duros. Pero que le vas a hacer. O eso o nada. Es lo que hay.

Foto del pueblo de Mezalocha ya al caer la tarde, con una luz mucho más amable para fotografiar

Y ya finalmente, estamos de donde salimos unas cuantas horas antes. Para ser exactos, unas ocho horas. Vemos el coche, y el depósito. Ha sido una buena excursión. Me ha gustado. Variada y muy entretenida. Si habéis llegado hasta aquí espero que os haya resultado entretenido. Si queréis le podéis dar un me gusta en la estrella que sale debajo de la opción de compartir abajo del todo. Gracias y ¡Hasta pronto!

Ya vemos el coche. 8 horas nos estuvo esperando en medio del campo.
Y…fin. Otra vez en el depósito. Objetivo cumplido. Ahora al coche y a casa.

Deja un comentario